miércoles, 6 de agosto de 2008

Autodiscriminación en el mercado laboral

(La Patria, Agosto 19 de 2008)
Uno de los temas de mayor controversia en el análisis socio económico de los mercados laborales es sin duda la existencia de discriminación hacia las mujeres. Un buen número de estudios sostienen qué existe diferencial salarial o de representación entre hombres y mujeres, especialmente en niveles medios y altos de las empresas y de las instituciones públicas, y qué este no es explicado por diferencias observables en términos de nivel educativo, horas trabajadas, y experiencia. En palabras simples, la discriminación consiste en que ante dos candidatos con iguales calificaciones pero de diferente sexo, la probabilidad de que el escogido sea un hombre es mayor.

Este tipo de evidencia ha servido de base para que se establezcan políticas públicas dirigidas a contrarrestar tal discriminación con leyes qué, por ejemplo, establecen la necesidad de tener un porcentaje mínimo de mujeres en ciertos niveles al interior de instituciones públicas, o la posibilidad de que una mujer pueda demandar legalmente a una entidad por no haber sido contratada o ascendida si puede demostrar que la decisión obedeció al hecho de ser mujer.

La discriminación, sin embargo, puede no ser externa sino interna. Esta conclusión, aun preliminar, proviene de nuevos estudios en el área de la economía experimental. Muriel Niederle y Alexandra Yestrumskas, investigadoras de Stanford y Harvard, respectivamente, sugieren la existencia de diferencias entre hombres y mujeres respecto de sus preferencias por trabajos con mayores retos e incertidumbre. A igual nivel de habilidad, parece ser que las mujeres se abstienen más que los hombres de elegir o aplicar a trabajos asociados con retos o riesgos desconocidos.

Las investigadoras encuentran que este diferencial en preferencias está asociado a diferencias en la autopercepción que hombres y mujeres tienen de su habilidad para trabajar en ambientes nuevos y con mayores retos, y en diferencias en actitudes respecto al riesgo y la incertidumbre en general. El estudio encuentra que mientras los hombres atribuyen con más frecuencia el fracaso en una tarea específica a la mala suerte y el éxito a su habilidad, las mujeres atribuyen con más frecuencia el fracaso en una tarea laboral a su habilidad y el éxito a la buena suerte.

Estos resultados amplían el rango de causas asociadas a los diferenciales salariales y de representación entre hombres y mujeres observados en el mercado laboral. Y cuestionan de manera importante el diseño de política pública en esta materia. Las autoras sugieren qué para evitar que mujeres con altas habilidades laborales se autodiscriminen, deben crearse normas sociales laborales según las cuales las mujeres puedan tratar diferentes tareas sin un compromiso inicial muy estricto. De esta manera las mujeres podrán valorar in situ su habilidad y eliminar o ratificar sus prejuicios iníciales respecto de su capacidad para ejecutar dicha tarea.

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