(El Mundo, octubre 23 de 2014)
Esta es
la historia de Bombita. Un personaje de ficción que representa magistralmente
toda la frustración que muchas veces los ciudadanos tenemos ante la
administración pública local. Bombita es el protagonista de uno de los seis
cuentos de la película argentina Relatos Salvajes del director Damián Szifrón.
Un cuento que debería ser de obligada proyección en toda administración local.
La historia de bombita es simple. Parquea su carro en una calle para hacer una vuelta. Al salir no lo encuentra. Se lo ha llevado una grúa por estar mal estacionado. Aquí empieza su viacrucis. Toma un taxi y llega al lugar donde se han llevado su carro. Hace fila, y al llegar a donde el funcionario de turno, demanda que sus derechos sean reestablecidos. Alega que no existía señal alguna de prohibición en el lugar donde estacionó, y por tanto merece tres cosas: que le devuelvan su auto, que le pidan disculpas y que le paguen el taxi y el tiempo perdido. El funcionario de turno lo mira con cinismo y le dice que tiene derecho a demandar la decisión pero que tomara más tiempo y más dinero. Bombita prefiere pagar no sin antes insultar al funcionario.
La suerte no esta con él. En los días siguientes se repite la situación. Nuevamente no encuentra su auto, y debe ir a aquel lugar infame. Esta vez estalla su paciencia por la actitud del funcionario de turno y ataca las instalaciones. Es controlado por seguridad, encarcelado y gracias a la exposición mediática que desata su agresión es despedido de su trabajo. El mejor cliente de la compañía para la que trabajaba es el gobierno local y temen represalias.
Bombita, quien es un experto en explosivos, decide tomar justicia por sus propias manos. Estaciona mal, deja que se lleven por tercera vez su auto. Minutos después de que la grúa lo deja en el lugar de acopio explota. No hay victimas fatales, pero Bombita va a la cárcel. Los medios cuentas su historia y la gente lo apoya masivamente en redes sociales, ahora es un héroe nacional. La ciudadanía cansada de atropellos aplaude que alguien tome venganza. Por cierto, Bombita es el apodo cariñoso que la gente le da en las redes sociales.
Todo en esta historia esta mal. Una política pública mal implementada, funcionarios cínicos e intransigentes, una respuesta violenta y exagerada de un ciudadano lleno de rabia.
Las administraciones locales tienen, a veces, cada forma de atropellar al ciudadano, de hacerle mas difícil y no mas fácil la vida, que esta cansando a la ciudadanía. Bombita lo resume en una frase “todos aquí quisieran que alguien hiciera algo, pero nadie se atreve”. Esperemos que la historia de Bombita nunca pase de la ficción a la realidad.
La historia de bombita es simple. Parquea su carro en una calle para hacer una vuelta. Al salir no lo encuentra. Se lo ha llevado una grúa por estar mal estacionado. Aquí empieza su viacrucis. Toma un taxi y llega al lugar donde se han llevado su carro. Hace fila, y al llegar a donde el funcionario de turno, demanda que sus derechos sean reestablecidos. Alega que no existía señal alguna de prohibición en el lugar donde estacionó, y por tanto merece tres cosas: que le devuelvan su auto, que le pidan disculpas y que le paguen el taxi y el tiempo perdido. El funcionario de turno lo mira con cinismo y le dice que tiene derecho a demandar la decisión pero que tomara más tiempo y más dinero. Bombita prefiere pagar no sin antes insultar al funcionario.
La suerte no esta con él. En los días siguientes se repite la situación. Nuevamente no encuentra su auto, y debe ir a aquel lugar infame. Esta vez estalla su paciencia por la actitud del funcionario de turno y ataca las instalaciones. Es controlado por seguridad, encarcelado y gracias a la exposición mediática que desata su agresión es despedido de su trabajo. El mejor cliente de la compañía para la que trabajaba es el gobierno local y temen represalias.
Bombita, quien es un experto en explosivos, decide tomar justicia por sus propias manos. Estaciona mal, deja que se lleven por tercera vez su auto. Minutos después de que la grúa lo deja en el lugar de acopio explota. No hay victimas fatales, pero Bombita va a la cárcel. Los medios cuentas su historia y la gente lo apoya masivamente en redes sociales, ahora es un héroe nacional. La ciudadanía cansada de atropellos aplaude que alguien tome venganza. Por cierto, Bombita es el apodo cariñoso que la gente le da en las redes sociales.
Todo en esta historia esta mal. Una política pública mal implementada, funcionarios cínicos e intransigentes, una respuesta violenta y exagerada de un ciudadano lleno de rabia.
Las administraciones locales tienen, a veces, cada forma de atropellar al ciudadano, de hacerle mas difícil y no mas fácil la vida, que esta cansando a la ciudadanía. Bombita lo resume en una frase “todos aquí quisieran que alguien hiciera algo, pero nadie se atreve”. Esperemos que la historia de Bombita nunca pase de la ficción a la realidad.