domingo, 23 de enero de 2011

Australia

(El Mundo, Enero 25 de 2011; La Patria, Enero 31 de 2011)

Los últimos 3 años no han sido fáciles para algunas economías desarrolladas. En 2008, por ejemplo, estallo la crisis financiera de Estados Unidos. En 2009 el mundo empezó a vivir la caída de “países milagro” como es el caso de Islandia. En 2010, la Comunidad Europea tuvo que ejecutar dos enormes operaciones de rescate: Irlanda y Grecia. El 2011, comienza con enormes dudas respecto de la solidez financiera de España y Portugal, y sobre el Euro en general.

Estas circunstancias han revivido debates económicos que se suponían sepultados. Por ejemplo, el rol del Estado en el crecimiento económico. Antes de la crisis, se creía que existían dos modelos de desarrollo. El capitalismo norteamericano, con un Estado pequeño en relación con el tamaño de la economía (un 30%), y donde la inequidad en la distribución del ingreso es muy alta. La filosofía de “el que no tiene es porque no quiere trabajar” domina el discurso que define las políticas públicas que subyacen este modelo económico. El otro modelo es el capitalismo escandinavo, donde el Estado es grande con relación al tamaño de la economía (un 55%), y donde la inequidad es baja, dada la enorme cantidad de bienes provistos por el gobierno de forma gratuita y universal. El costo del segundo modelo es una altísima tasa de tributación para todos los ciudadanos.

De acuerdo con esta dualidad, los países en vías de desarrollo debían escoger cual de los dos modelos emular, y conforme a ello, diseñar su política económica y social. Pero la realidad es que tal dualidad es más un artefacto ideológico que un postulado científico. Australia, de acuerdo con un provocativo análisis publicado por David Alexander, en la última edición de la revista australiana “Política”, es el mejor ejemplo de un modelo económico en el que pueden coexistir un gobierno pequeño y una sociedad igualitaria. Es decir, una sana combinación de libertad económica y justicia social.

En efecto, entre los países desarrollados, Australia tiene los niveles más bajos de gasto público y de nivel de impuestos, es tercera debajo de Hong Kong y Singapur según el Índice de Libertad Económica calculado por la fundación norteamericana Heritage, es el sexto país con mejor distribución de riqueza. Adicionalmente, Australia tiene uno de los niveles de deuda pública más bajos de todos los países desarrollados, y es la decima economía a nivel mundial en términos de ingreso per cápita, lo que hace menos probable un aumento de los impuestos en el futuro.

El secreto de Australia es fácil de describir pero difícil de alcanzar: focalización casi milimétrica del gasto público a quien de verdad lo necesita y un sistema de impuestos realmente progresivo en el cual los que más ganan más pagan. Esto por supuesto en el marco de otras tantas políticas públicas pro libertad económica y pro justicia social. Es una lástima que Colombia y los colombianos estemos tan alejados de un país tan interesante, no solo física sino diplomáticamente (la embajada más cercana esta en Chile). A juzgar por los indicadores mencionados, podríamos inspirar más políticas públicas en modelos como el australiano.