miércoles, 24 de febrero de 2010

Canalizar la ira

(La Patria, Marzo 1 de 2010; El Mundo, Marzo 11 de 2010)

Pocas decisiones recientes de política pública han causado tanto revuelo e indignación nacional como los desafortunados decretos de emergencia social dirigidos a estabilizar las finanzas del sistema de salud colombiano. Usualmente los decretos y demás modificaciones a las reglas de juego pasan por la crítica de unos cuantos expertos en el tema, y desaparecen de la escena nacional.

Este no ha sido el caso. Las redes sociales virtuales se encuentran abarrotadas de comentarios satíricos. En Facebook se lee “Una E.P.S se balanceaba sobre la cama de un paciente, como el paciente no se moría, fueron a llamar al presidente. A la EPS no le bastaba con los ahorros del paciente ahora quería sus cesantías para apoyar al presidente”. Al correo electrónico llegan a diario chistes, historias, fabulas, artículos de opinión, y demás textos, todos con un común denominador: ira y rechazo total a la propuesta.

Una lectura desapasionada de todas estas reacciones revela una situación sin salida: todos tienen algo de razón, pero a la vez todos desconocen la complejidad del problema. El sistema está quebrado, financiera y moralmente. Es imposible negar el oportunismo de muchos actores: algunos individuos tienen capacidad de pago pero no interés en contribuir; algunos proveedores de servicios de salud están más interesados en el lucro personal que en la eficiencia en el uso de los recursos del sistema; y finalmente, un regulador o bien sordo y ciego, o bien malintencionadamente debilitado para no hacer daño.

A donde irán a parar toda esta ira e intenso dolor? Probablemente alimentaran las arcas electorales de los candidatos que sepan capitalizar este sentimiento. Pero esto será de poca ayuda en el largo plazo. El sistema seguirá quebrado, y el siguiente gobierno tendrá que hacer algo, queramos o no. Nadie puede vivir eternamente al debe. Es imposible tener un sistema de salud con buenos servicios para todos y quebrado.

Quizá la mejor opción para canalizar esta ira en beneficio de todos seria promover desde el sector privado un estudio a fondo de las finanzas del país. Ir rubro por rubro en el presupuesto de la Nación y descubrir aquellos otros miles de “Agros Seguros” que pululan, desnudarlos ante la opinión pública y requerir su inmediata terminación. Un ex director de presupuesto nacional podría hacer esta tarea sin problema.

Seguramente muchos de estos recursos ayudarían a subsanar el déficit financiero del sistema. Pero esta tiene que ser una iniciativa privada, no otra de las tantas misiones de ingresos y gastos financiadas con recursos públicos. Estas sufren de un enorme conflicto de intereses, pues el evaluado es quien está pagando la evaluación. Algo de esto mitigaría el desbalance financiero.

Respecto al desbalance moral del sistema poco o nada puede hacerse a punta de leyes o decretos o misiones. La cultura del atajo y del oportunismo es inatajable. Solo Dios sabe que tragedia se necesita para que esta cambie.

jueves, 11 de febrero de 2010

Los pares

(La Patria, Febrero 15 de 2010; El Mundo, Febrero 17 de 2010)

Una de las áreas de investigación con mayor desarrollo en la última década es la de los efectos que los pares y las redes sociales tienen en las decisiones individuales. Los pares definidos como aquellos individuos con los que interactuamos a diario, bien sean familia y amigos o bien sean simplemente nuestros vecinos.

Numerosos artículos se han publicado, mostrando efectos en ámbitos obvios y otros no tan obvios. Por ejemplo, ciertos estudios muestran que la decisión de compra de un vehículo esta influenciada por el vehículo de los vecinos. Otros estudios sugieren que la obesidad podría ser “contagiosa”.

En esta columna quisiera llamar la atención sobre un efecto que podría ser de gran utilidad como herramienta de política pública. En especial cuando se trata de racionalizar el uso de recursos naturales que son a su vez servicios públicos, en concreto: agua, electricidad y gas. El mecanismo, como usted lo podrá concluir, puede ser de utilidad en otros ámbitos.

Un reciente estudio publicado por Ayres, Raseman, y Shih de la Universidad de Yale, presenta los resultados de dos experimentos a gran escala. En el primero, participaron 35,000 usuarios de la compañía de servicios públicos de la ciudad de Sacramento. En el segundo, participaron 40,000 usuarios de la compañía Puget Sound Energy en el Estado de Washington en los Estados Unidos.

En ambos experimentos, los hogares participantes fueron asignados aleatoriamente a dos grupos. Uno de los grupos recibió informes, ya sea mensual o trimestralmente, mostrando el consumo de servicios públicos de viviendas similares en su área. En estos informes, se mostraban no sólo datos sino también mensajes (incluyendo dibujos computarizados de caras felices) destinados a convencer a los clientes de las virtudes de la conservación de energía. El otro grupo siguió recibiendo la factura tradicional.

Los resultados de estos experimentos mostraron que cuando un hogar se entera de que su consumo es superior a la media, esto genera un incentivo para reducir el consumo. Por ejemplo, el consumo de gas de estos hogares disminuyo entre 1.2% y 2.1% por ciento en promedio con respecto a los hogares que no recibieron la información. Uno de los experimentos se llevo a cabo por 1 año y se observó que la disminución se prolongó por varios meses.

Aunque los resultados parezcan diminutos, los autores calculan que extrapolando estas cifras a toda la población de Sacramento, los usuarios se habrían podido ahorrar US $ 15,2 millones y habrían utilizado el equivalente a 9 millones de galones menos de gas.

Valdría la pena que nuestras autoridades energéticas investigaran mecanismos como estos, antes de subir tarifas como única política de racionamiento de servicios públicos.