miércoles, 25 de mayo de 2016

Mitos de la informalidad

(Diario El Mundo, junio 2 de 2016)

La Revista Dinero publicó recientemente un artículo titulado “Ventas ambulantes: ¿Demasiado buenas para dejarlas?”. Con un trabajo de campo relativamente sencillo en la ciudad de Bogotá, concluye el artículo que las ventas diarias están entre los cien mil y los doscientos mil pesos, es decir unos dos millones mensuales, y que este negocio deja una rentabilidad de 69% aproximadamente. Los riesgos, también resaltados por el mismo artículo, son altos: perder la mercancía, largas horas de trabajo, y estar al sol y al agua. 
     
Una encuesta a 527 vendedores ambulantes del centro de Cali realizada en 2014, en un ejercicio más riguroso que el hecho por la revista Dinero por estudiantes de Maestría en Gobierno y del Observatorio POLIS de la Universidad Icesi, encontró resultados similares. El Ingreso mensual del vendedor promedio es de un millón de pesos fruto del trabajo de 6.5 días a la semana por 11 horas diarias; un 69% está en el régimen subsidiado de salud; un 31% tiene casa propia; y el 56% tiene educación primaria. La mayoría declara que su ocupación provee los recursos suficientes para cubrir sus necesidades básicas y el 93% no vendería su negocio.

Estos dos trabajos coinciden en afirmar que las ventas ambulantes no son un mal negocio. Especialmente cuando se tiene en cuenta que no hay pago de impuestos y que muchos reciben subsidios del gobierno por ser parte del SISBEN. Ninguno de los trabajos toca otro tema delicado, cuántos de estos negocios son parte de una maquinaria de lavado de activos y de mafias mucho más grandes usadas para actos ilícitos.

Lo que nos enseñan estos datos es que las ventas y los vendedores informales no pueden verse con ojos ingenuos, o juzgarse por lo que se ve a simple vista. Es lo que podríamos llamar el mito de la informalidad. Esta población tiene incentivos muy fuertes a no formalizarse individualmente, a evadir impuestos, a seguir usurpando un espacio público que no les pertenece.

La solución no es fácil ni evidente, de hecho, la mayoría de las soluciones han fracasado. Basta con ir a los centros de cualquier ciudad colombiana. Lo que muestran estos estudios es que la política pública debe partir de una concepción diferente, con excepciones por supuesto, no estamos hablando de “pobres viejecitas sin nadita de comer” sino de individuos perfectamente racionales que rechazan un trabajo formal, están consiente o inconscientemente vinculados a actividades ilícitas y que están fuertemente subsidiados por los demás ciudadanos.

martes, 17 de mayo de 2016

Tecnología al ataque

(El Mundo, mayo 19 de 2016)

Muchos titulares de prensa nos repiten y recuerdan que el sector salud es proclive a abusos y corrupción. Bien sabido es que el monstruo de la corrupción vive en la oscuridad, y en este caso concreto, la oscuridad significa la ausencia de información pública.  Los Panamá papers, los wikileaks y demás filtraciones de información secreta al público son pasos en la dirección correcta para que más y más ojos se unan en la gran tarea de buscar y dejar al descubierto a los corruptos.

Pues bien, el Ministerio de Salud y Protección Social ha dado un paso enorme en esta dirección. A partir de junio de 2016 todas las personas en Colombia que requieran medicamentos, tecnologías o procedimientos que no estén incluidos en el plan obligatorio de salud (el famoso No POS) podrán recibirlos sin pedir autorizaciones a las entidades promotoras de salud (EPS) según la Resolución 1328 de 2016. Esto se logró gracias a que el Ministerio desarrolló un aplicativo web en el cual los profesionales inscritos en el Registro de Talento Humano en Salud (Rethus), podrán prescribir y registrar las solicitudes para los pacientes que así lo requieran, sin que la EPS deba autorizar.

La noticia es buena para los pacientes, porque implica un trámite menos, pero es mejor para el sistema porque va a destapar la olla del No POS. Es decir todo aquello que los jueces ordenan cuando fallan tutelas a favor de los pacientes. En esa olla, se sabe que hay de todo, desde demandas por servicios que son justas hasta abusos injustificados. Los abusos van desde los más triviales como exigir que una montura de gafas sea de una marca específica, o recetar el triple de pañales que se necesita al día, hasta sillas de ruedas que cuestan 25 millones de pesos.

Este tipo de sistemas donde se sabe quién esta ordenando qué y por qué valor existen en países desarrollados como los Estados Unidos. La organización ProPublica (https://www.propublica.org) ha utilizado esta información para desarrollar bases de datos que permiten a cualquier persona buscar por internet un médico con nombre propio o una IPS y saber todo lo que ha prescrito (https://projects.propublica.org/checkup/). Periodistas acuciosos han descubierto médicos que facturan millones de dólares y que ordenan lo que no debieron ordenar. Más de uno está detrás de rejas o bajo una seria investigación por fraude. O simplemente ya es blanco de los comentarios de sus pares y colegas.

Esperemos que la herramienta se consolide y que tengamos la información para analizar de manera pública muy pronto. Esta es una jugada maestra en contra de los abusos en el sistema, parafraseando al viejo adagio del fútbol “la tecnología es la mejor defensa”. 

martes, 3 de mayo de 2016

Profesores, doctorados y doctores

(El Mundo, Mayo 5 de 2016)

En las últimas semanas los profesores, los doctorados y los doctores han dado mucho de qué hablar. Empecemos por la famosa “humillación” del presidente de Ecopetrol a un profesor de la UIS. Aunque es cierto que la actitud fue displicente, lo que generó una cierta indignación en la gente, y un efecto mediático del estilo David y Goliat, con todo el mundo haciéndose del lado del “pobre” profesor ultrajado, la verdad es que la academia es así. Los que no están en ella y creen que las relaciones entre profesores están llenas de buenas maneras y de palabras cándidas están muy equivocados.

En la academia sobran las palabras duras y despectivas contra y entre los colegas. Y también sobran los silencios hipócritas. De hecho en la academia rige un mecanismo de revisión de artículos entre pares que es anónimo. Este mecanismo fue inventado con el ánimo de permitir que la confrontación de ideas sea directa y frontal, y para que las críticas no sean tomadas como personales sino como profesionales.

Con los egos tan inflados que existen, me atrevería a decir que la dureza y la prepotencia son parte integral de la academia. He sido testigo de discusiones sobre ideas y teorías, que han terminado en “madriadas” que harían parecer el escándalo en cuestión como una caricia.

En el mundo científico, dice una frase célebre, la ciencia avanza con cada funeral. Las teorías se dan palo todo el tiempo, y los profesores se enfrentan entre sí, hasta que finalmente alguna teoría acaba por sepultar a la otra. En fin, lo que presenciamos fue un debate de académicos para el que la televisión y en general el público no estaba preparado.

Y siguiendo con los escándalos académicos, la indignación respecto de los falsos doctorados de nuestros gobernantes elegidos popularmente es un poco ingenua. Sí la gente está indignada porque los políticos mienten, la verdad están descubriendo el agua tibia. Lo que sí sería demandable por ser un robo al erario es que hubieran usado un título falso para exigir una prima técnica adicional a su salario, pero no fue este el sentido de la noticia. A lo que sí debería ponérsele lupa es a la declaración de renta y a su riqueza, y a la de su círculo más cercano, allí es donde están las mentiras más grandes.