(El Mundo, 26 de enero de 2017)
Sí el
pasado colombiano es algún indicativo del presente y el futuro, no es difícil
predecir que ni siquiera el caso Odebrecht va a cambiar la corrupción del país,
sino hacemos algo que sea radicalmente distinto.
En
Colombia pagamos todo más caro gracias a la corrupción. La reforma tributaria
que nos regala cada par de años el Ministro de Hacienda de turno es fruto en
parte de este problema. El diagnóstico esta claro. Existe una bolsa jugosa de
muchos billones de pesos a la que acceden los corruptos vía contratación pública.
La inversión pública esta en manos de los hombres y mujeres elegidos
popularmente. De forma que los corruptos garantizan su acceso a la bolsa ganando
las elecciones en cuerpo ajeno.
En el
país ya hemos tenido escándalos de corrupción y ¿qué ha pasado?, no mucho. La
justicia ha tomado años en proceder por que es fácil de dilatar, o en el peor
de los casos de comprar. Al final se encarcelan uno o dos personajes que
estuvieron de malas y los verdaderos zares se salvan. Esta vez no será
diferente.
La solución
de fondo es una clase política no corrupta, pero tenemos que cambiar la cultura
del país y eso tardara años en cristalizarse. Necesitamos hacer algo ya y no precisamente
haciendo cambios marginales al status quo.
Es
necesario hacer un alto en el camino, suspender el sistema actual de ejecución de
la contratación pública, reemplazarlo por un método alternativo transitorio,
sujeto de altísimo escrutinio público y manejado de manera gremial y no
individual. Mejor dicho hay que esconderles la plata a los políticos corruptos,
y pasarla temporalmente a organizaciones de altísima respetabilidad, que se comprometan
con los más altos estándares de transparencia y que les duela el país, pero
sobre todo su reputación.
Sería,
por ejemplo, ideal que el famoso programa de alimentación escolar (PAE) del Ministerio
de Educación fuera entregado a una fundación grande, ojala de esas que tienen
el nombre de la empresa detrás (Fundación Éxito, por poner un ejemplo) y a la
que le interesen genuinamente los niños. Que mejor que un programa de estos
fuera manejado por unos empresarios serios, con gran experticia en logística y
con un bolsillo que pueda responder ante las contingencias del programa, y que
por lo demás podrían apalancar más recursos. Estoy seguro que muchos donarían
felices más dinero al PAE sí se conoce la seriedad del que lo opera.
Así podríamos
buscar otros ejemplos. En últimas lo que quiero decir es que la solución a la
corrupción está en la unión de las organizaciones de la sociedad civil de bien
en pos de construir país. Para eso se necesita una versión de Contratación
Pública 2.0, que innove y rompa paradigmas. ¿Será mucho soñar?