martes, 30 de mayo de 2017

Clase social y salud

(El Mundo, junio 1 de 2017)

Todas las clases sociales han mejorado en sus indicadores de salud en los últimos 7 años, pero las brechas se amplían.

El Instituto Nacional de Salud a través de su Observatorio Nacional de Salud (ONS) ha publicado recientemente un estudio llamado “Clase Social y Salud”. Cabría esperar que la relación entre estas dos variables fuera directa, a mejor clase social, mejor estado de salud. Es bien conocido que a mayor ingreso, mejor nutrición y mejores hábitos de vida. Además, desde hace al menos un par de décadas, se sabe que la salud esta estrechamente relacionada con la posición en la escala social. El informe del ONS no es pionero en plantear la relación, pero si en cuantificarla para Colombia.

Una propuesta interesante del informe es que se aleja de la definición tradicional de clase social imperante en Colombia: el estrato socioeconómico.  En este informe, se adopta una definición que se basa en la ocupación, la posición y la rama de actividad económica. Así las cosas, las clases sociales son: Directivos, Profesionales y técnicos, Pequeña burguesía y trabajadores independientes no agropecuarios, Campesinos, Empleados, Obreros, Trabajadores Agropecuarios, Empleados domésticos y Otros trabajadores.

El informe halló “evidencia de amplias desigualdades según clase social en los indicadores de condiciones de vida, salud autopercibida, discapacidad y aspectos relacionados con la protección social, tanto en población general como en trabajadores”. Pero el estudio encontró mejorías en la mayoría de los indicadores cuando comparó la Colombia de 2008 con la Colombia de 2015, en cada clase social. Es decir, los Empleados de 2015 están mejor que los Empleados de 2008.

Desafortunadamente las ganancias en salud y calidad de vida, fueron mayores para las clases mas altas que para las clases más bajas, aumentándose así la desigualdad entre las mismas.

Las clases menos favorecidas según el estudio en Colombia son: los obreros agropecuarios, los campesinos y los trabajadores domésticos. Esto, resalta de manera objetiva el papel que juega la ubicación geográfica en la calidad de vida y el estado de salud.  Vivir en el sector rural en Colombia hace más probable llevar una vida con menor calidad y con menor salud.

Contrario entonces a la visión romántica de muchos, las opciones de política para mejorar la situación de las clases sociales menos favorecidas es la urbanización del campo. Es decir, la solución no esta en tener más obreros agropecuarios y campesinos, sino en tener menos. Y esto se logrará con inversión que lleve tecnología y mucha capacitación técnica.

martes, 16 de mayo de 2017

Colombiano 2016

(El Mundo, mayo 18 de 2017)

Colombia sigue avanzando en calidad de vida según lo indican las cifras.     

Desde 1991 Colombia mide su calidad de vida a través de una encuesta que lleva el mismo nombre y que realiza el DANE. A partir de 2010 esta encuesta es anual y tiene representatividad para 9 regiones del país. Los resultados de la encuesta de 2016 han sido publicados recientemente. Gracias a esto podemos hacer un perfil con algunas de las características sociales y económicas del colombiano 2016. 

El colombiano 2016 vive en un hogar cada vez más pequeño. El número de personas por hogar promedio de una familia colombiana es 3.3, siendo menor el número en las ciudades (3.3) que en las zonas rurales (3.6). El hogar más común es donde viven “padres e hijos” (36%), pero resalta que el 25% de las personas viven “solas” o en “pareja y sin hijos”.

El colombiano promedio todavía prefiere la televisión al internet. Mientras que el 70% tiene suscripción a TV, el 46% tiene conexión a internet. Este último valor coincide perfectamente con el porcentaje de hogares que tienen computador: 45%.

El colombiano 2016 tenía 10 años promedio de escolaridad, es decir, llego hasta 9 grado o lo que para otros es cuarto de bachillerato. Pero la brecha entre campo y ciudad sigue siendo importante, más de dos años: 8.2 versus 10.4 respectivamente. El 84% de los estudiantes fueron a una entidad oficial, y de estos, el 97% no pago pensión.

El colombiano 2016 no paga hipoteca y no le alcanza la plata para ahorrar. De acuerdo con la encuesta sólo el 4% de los colombianos viven en “casa propia y la esta pagando”, mientras que la mayoría o vive en “casa propia y totalmente pagada” (43%) o vive en “arriendo” (37%). El hecho de que pocos estén endeudados tiene sentido porque según otra pregunta, para el 89% de los colombianos el ingreso del hogar solo alcanza para cubrir los gastos mínimos o no alcanza.

El colombiano 2016 se siente pobre. El 28% de los colombianos se consideran pobres, y esto es especialmente dramático en el campo donde el número sube a 56%.  

Y finalmente contrario a lo que vemos en los medios de comunicación, la gente se siente segura y además bien tratada por el sistema de salud. El 92% de los habitantes rurales indicó sentirse seguro, y en las ciudades así lo hizo el 80%. De forma similar, el 80% de las personas opinó que la calidad del servicio de la entidad de salud a la que están afiliadas era “buena” o “muy buena”. 

jueves, 4 de mayo de 2017

Desperdiciando el dinero de la salud

(El Mundo, mayo 4 de 2017)

Los desperdicios del sistema de salud pueden ser cuantiosos y no solo es corrupción, es ineficiencia.

Según la mas reciente medición, en Colombia gastamos el 7.2% del PIB en pagar servicios de salud. Cuando aplicamos este porcentaje al PIB de 2016 estamos hablando de 62 billones de pesos. ¿Cuánto de este gasto es innecesario?

Recientemente la OCDE publicó un documento titulado “Tackling Wasteful Spending on Health”,  que en español podríamos traducir como “Enfrentando el desperdicio de recursos en Salud”, y cuyo tema central es recoger la experiencia de los países miembros de la OCDE en un tema que a los actores del sistema de salud les cuesta reconocer: una parte de los recursos en salud está siendo malgastada en servicios y procesos que no contribuyen o que empeoran el estado de salud de los pacientes. Además, la mayoría son evitables.

De acuerdo con el informe se pueden distinguir tres principales niveles de desperdicio de recursos. El primero: situaciones en las que los pacientes no reciben la debida atención por motivos que pueden ser evitados, desembocando en efectos que no representan beneficios. En esta categoría están, entre otros, los costos asociados a errores clínicos como una cirugía innecesaria o la remoción equivocada de un órgano. También los costos de los efectos adversos de una hospitalización como las infecciones adquiridas en el mismo hospital. Otra fuente es la prescripción excesiva y el uso inapropiado de antibióticos. Lo que genera tanto costos privados como sociales, puesto que incrementa la resistencia antimicrobiana.

El segundo nivel se da cuando los pacientes reciben el tratamiento adecuado pero a un costo superior al de otras alternativas que logran los mismos beneficios. Un ejemplo claro de esta situación es el uso de medicamentos de marca sobre medicamentos genéricos. Otro ejemplo son las excesivas visitas  a los servicios de urgencias y los periodos de hospitalización extensos.

El tercer nivel esta asociado con los costos administrativos del sistema, en Colombia se permite hasta un 10% a cada EPS, pero en los países de la OCDE el promedio llega a ser 3%.

En total se estima que todos estos gastos innecesarios oscilan entre un 3% y un 8% con un promedio de 6% del gasto total en salud. Si Colombia esta en el promedio, eso significa unos 3.7 billones de pesos. Sí, usted leyó bien, ese podría ser el monto del despilfarro de recursos en el sistema de salud. Cabe recordar entonces la famosa máxima de la economía “la ineficiencia de unos, es la utilidad financiera de otros”.