martes, 24 de julio de 2012

Los huecos de la meritocracia

(El Mundo, Julio de 2012; La Patria, Agosto 14 de 2012)


Decía Desmond Tutu que “El apartheid destruye tanto a blancos como a negros”. Haciendo un paralelo con esta frase, el periodista y ahora escritor norteamericano Chris Hayes, argumenta que la meritocracia es imperfecta, que corrompe.  Este es el tema de su libro “Twilight of the Elites” (que traduciría El ocaso de las elites).

Hayes revisa los mayores acontecimientos de los últimos 12 años en los Estados Unidos (el 9/11, la primera guerra con Irak, Enron, la inundación de New Orleans como resultado del Katrina, la crisis financiera de 2008) y encuentra que en todos ellos hay serias fallas humanas que denotan incompetencia, derrumbe institucional y corrupción.  El argumento puede extenderse fácilmente a cualquier país. Los escándalos de corrupción se ven en toda institución: la iglesia, los militares, la policía, los deportes, los jueces, el congreso, la salud, las universidades, etc.  

La gran contradicción subrayada en este libro se encuentra en instituciones llenas de problemas por un lado, y el creciente rol de la meritocracia en la sociedad contemporánea, por otro. La meritocracia es quizá uno de los logros más importantes de las más recientes décadas. A diferencia de tiempos anteriores donde el apellido determinaba el futuro. Gracias a las oportunidades brindadas por la expansión del sistema educativo, los estudiantes más brillantes, no importando su apellido o condición económica, tienen hoy una posibilidad mayor de llegar a liderar instituciones.   

El hueco de la meritocracia, sugiere Hayes, esta en creer que la inteligencia es el único factor que se necesita para ser líder y tomar buenas decisiones. La competencia, bien lo decía alguien, saca a flote lo mejor y lo peor de cada uno. Además de inteligencia se necesitan otras cualidades como compasión, empatía, juicio, prudencia, sentido de la igualdad, y otros valores que no necesariamente se encuentran en individuos brillantes.

Lo que esta fallando con la nueva elite es su excesiva preocupación por el corto plazo, su necesidad de amasar rápidamente dinero, poder y status. Y una vez logrado, el motivo corruptor es el miedo a perder lo conseguido. El ciclo fallido de la meritocracia se reproduce cuando los criterios de contratación en cualquier industria dependen solo del factor cerebro.   

La mejor respuesta a los argumentos de Hayes la da otro periodista, David Brooks. El problema no esta en premiar a los más inteligentes o a los que tienen mayores méritos. Ya sabemos que las alternativas a la meritocracia no ofrecen nada mejor. El problema esta en no formar con igual rigurosidad en otro aspecto fundamental del liderazgo: responsabilidad y sostenibilidad social. Ahí nos falta mucho, tanto allá como aquí.

viernes, 6 de julio de 2012

Verguenza y reconocimiento

(La Patria, Julio 9 de 2012; El Mundo, Julio 11 de 2012)

El pasado 28 de Junio, el Ministro de Defensa Pinzón condecoró en Barranquilla a Héctor Niño y Wilder Escobar, los patrulleros de la Policía que hicieron parte del puesto de control de tránsito que detuvo al senador sucreño Eduardo Carlos Merlano el pasado mes de mayo. El escandalo del Sr. Merlano, recordemos, surgió por rehusarse a someterse a un examen de alcoholemia con el argumento de que a él no le aplicaba la regla por ser congresista. De no ser por el video que circulo por las redes sociales, en lugar de recibir una condecoración, los agentes Niño y Escobar estarían hoy desempleados, y el Comandante de la Policía Metropolitana de Barranquilla de aquel entonces estaría muy tranquilo en su puesto.

Es una lastima que esta condecoración haya pasado casi inadvertida en los medios, y es también una lastima que el Ministerio de Defensa y la Policía dejen pasar una oportunidad de oro como esta para generar una campaña masiva de medios. Hay valiosos elementos simbólicos en la acción de Niño y Escobar, que bien explotados en los medios podría influir positivamente en el país.

En primer lugar y desde un punto de vista meramente económico y de políticas públicas, el castigo que representa la vergüenza pública es altamente eficiente. A cero o casi cero costo, cambiar comportamientos anti sociales es posible cuando el mecanismo a través del cual se hace publica la ofensa es lo suficientemente influyente como para causar repudio social. El costo es cero o casi cero para la sociedad porque se evita involucrar al sistema judicial y al sistema penitenciario, los cuales ya sabemos son lentos, costosos, difíciles de navegar y tienen serios cuestionamientos en su legitimidad.

Encuentro otros dos elementos simbólicos en la acción de estos agentes, dignos de divulgar con  mayor énfasis en los medios. Uno se refiere al mensaje “las reglas son para todos”. El otro es "hacer cumplir las reglas merece el reconocimiento de todos". Esto ultimo, siempre y cuando las reglas sean racionales y bien fundamentadas, y aquellos que las hacen respetar lo hagan con respeto y a cabalidad.

Existe suficiente evidencia académica en cuanto a los efectos que los grupos, los amigos y los colegas ejercen sobre las acciones que a diario tomamos. Existe también suficiente evidencia respecto al papel que juegan los medios en cambiar comportamientos. Vergüenza y reconocimiento publico es una formula de política publica eficiente, probada en otros países, y aun por explotar con mayor fuerza en Colombia.