(El Mundo, febrero 8 de 2018)
El crimen esta disparado en las ciudades.
Al menos eso es lo que la prensa y las redes sociales nos hacen pensar. Los
secretarios de seguridad de las capitales alegan que esto es pura percepción. Las
cifras, dicen, marcan una tendencia decreciente. Lo cierto es que casos como el
de la mujer embarazada que fue agredida a tiros en Bogotá, queda la sensación
de que la pena de muerte es poco para amedrentar a los envalentonados delincuentes
modelo 2018.
Se pregunta uno ¿cuáles son las políticas
efectivas, las que funcionan para bajar la criminalidad?. Un par de
investigadores, Chalfin y McCrary, revisaron los estudios estadísticos que se
han hecho al respecto y publicaron sus hallazgos en 2017 en el Journal of
Economic Literature.
La teoría más básica para explicar por
qué algunas personas deciden cometer un crimen, radica en entender al criminal
como alguien que hace un análisis de costos y beneficios de su acto. Donde los
costos implican el ser capturado y la pena que recibirá, y los beneficios el
dinero o la satisfacción (revancha, por ejemplo) que se obtendrá por el crimen.
Con base en esta teoría, el aumento en el pie de fuerza policial y el aumento
de oportunidades legales de hacer dinero, aumentarían los costos de ser
criminal y disminuirían la probabilidad de que más personas se decidan a delinquir.
Los investigadores llegaron a tres
conclusiones después de revisar criticamente todos los estudios publicados. La
primera es que existe solida evidencia de que la inseguridad baja cuando
aumenta el pie de fuerza policial, sin embargo esta relación no es perfecta.
Quiere decir que un policía más no significa un crimen menos. Por cada cien por
ciento de incremento en el pie de fuerza los crímenes se reducen entre un
veinte y un cuarenta por ciento.
La segunda es que el endurecimiento de las
penas a nivel judicial, aunque tiene un efecto positivo no parece ser muy importante.
Mejor dicho, los delincuentes no leen mucho las noticias. Lo que sí parece ser
más efectivo es enfocarse en los criminales que repiten, por ejemplo
endureciendo las penas cuando hay reincidencia. La tercera conclusión es que una
economía con mayores oportunidades laborales también ayuda a reducir los
delitos, pero solo los delitos menores.
En conclusión, para estos tiempos, la
respuesta es más pie de fuerza. Eso es costoso en términos de gasto público,
pero rentable tanto en reducción de crímenes como en aumento de percepción de
seguridad.
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