lunes, 19 de febrero de 2018

Informalidad

(El Mundo, febrero 22 de 2018)

Para los economistas y en general los analistas del mercado laboral, la informalidad es el principal mal que aqueja a nuestro país. El DANE, acogiéndose a la normativa internacional de la OIT define como trabajador informal a aquel que trabaja en una empresa de hasta cinco empleados excluyendo los independientes que se dedican a su oficio y a los empleados del gobierno. Por otra parte, también se considera informal a aquellas personas que no gozan de protección social, es decir, afiliación a una EPS y al sistema de pensiones.

De acuerdo con el más reciente boletín estadístico del DANE, la proporción de ocupados informales en las trece ciudades y áreas metropolitanas más importantes del país fue 47,2% para el trimestre octubre-diciembre de 2017, mientras que para el total de las veintitrés ciudades y áreas metropolitanas más grandes del país fue 48,3%. Esto quiere decir, de manera general, que la mitad de la gente que trabaja en este país esta desprotegida. Ahora bien, eso no quiere decir que son pobres, bien es sabido que la pobreza monetaria en Colombia es de 28%. Es decir, muchas de estas personas, podrían estar simplemente escondiendo sus ingresos para no pagar impuestos ni contribuir a la vaca común de la sociedad. Ese es un problema serio, porque ambos sistemas, el de salud y el de pensiones están quebrados en alguna medida por evasión y elusión.

Para las personas que no tienen la posibilidad de tener un empleo de calidad y cuyos ingresos son muy bajos, se configura una doble penalidad. Y la solución es compleja. Es fácil decir desde la tarima política “vamos a crear más empleo formal”, sin embargo el empleo no se crea por ley o por decreto, lo crean los empresarios. Y los empresarios solo contratan si hay rentabilidad, lo cual no se crea por decreto.  

Pero hay otra informalidad que es también muy dañina. Según el diccionario de la lengua, informal es aquella persona “que no guarda las formas y reglas prevenidas”. Al salir del país a cualquier lugar del mundo desarrollado, se hace evidente que todo comportamiento social y cívico tiene unas formas y unas reglas, y que esto es la base de orden social. En Colombia, por alguna razón cultural somos demasiado informales. No seguimos reglas. Hay  mucha improvisación. No hay datos. Hay demasiada espontaneidad. Hay muchas cosas implícitas. Predomina el “aquí lo hacemos así, y que?”. 

Después de la corrupción, la informalidad es el principal problema de Colombia.

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