(El Mundo, febrero 22 de 2018)
Para los economistas y en general los
analistas del mercado laboral, la informalidad es el principal mal que aqueja a
nuestro país. El DANE, acogiéndose a la normativa internacional de la OIT
define como trabajador informal a aquel que trabaja en una empresa de hasta
cinco empleados excluyendo los independientes que se dedican a su oficio y a
los empleados del gobierno. Por otra parte, también se considera informal a
aquellas personas que no gozan de protección social, es decir, afiliación a una
EPS y al sistema de pensiones.
De acuerdo con el más reciente boletín
estadístico del DANE, la proporción de ocupados informales en las trece
ciudades y áreas metropolitanas más importantes del país fue 47,2% para el
trimestre octubre-diciembre de 2017, mientras que para el total de las
veintitrés ciudades y áreas metropolitanas más grandes del país fue 48,3%. Esto
quiere decir, de manera general, que la mitad de la gente que trabaja en este
país esta desprotegida. Ahora bien, eso no quiere decir que son pobres, bien es
sabido que la pobreza monetaria en Colombia es de 28%. Es decir, muchas de
estas personas, podrían estar simplemente escondiendo sus ingresos para no
pagar impuestos ni contribuir a la vaca común de la sociedad. Ese es un
problema serio, porque ambos sistemas, el de salud y el de pensiones están
quebrados en alguna medida por evasión y elusión.
Para las personas que no tienen la posibilidad
de tener un empleo de calidad y cuyos ingresos son muy bajos, se configura una
doble penalidad. Y la solución es compleja. Es fácil decir desde la tarima
política “vamos a crear más empleo formal”, sin embargo el empleo no se crea
por ley o por decreto, lo crean los empresarios. Y los empresarios solo contratan
si hay rentabilidad, lo cual no se crea por decreto.
Pero hay otra informalidad que es también muy
dañina. Según el diccionario de la lengua, informal es aquella persona “que no
guarda las formas y reglas prevenidas”. Al salir del país a cualquier lugar del
mundo desarrollado, se hace evidente que todo comportamiento social y cívico
tiene unas formas y unas reglas, y que esto es la base de orden social. En
Colombia, por alguna razón cultural somos demasiado informales. No seguimos reglas.
Hay mucha improvisación. No hay datos. Hay
demasiada espontaneidad. Hay muchas cosas implícitas. Predomina el “aquí lo
hacemos así, y que?”.
Después de la corrupción, la informalidad es
el principal problema de Colombia.
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