(El Mundo, junio 15 de 2017)
La universidad pública de excelencia no
debería ser para unos pocos, todo lo contrario debería ser para muchos.
Cuatro hechos motivan esta afirmación. El
primero es que en Colombia existen, medidas de manera objetiva, universidades
públicas de excelencia. En todos los rankings internacionales siempre puntúan
muy bien la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad de Antioquia, la
Universidad del Valle, por ejemplo.
El segundo es la frase del señor Luis
Eduardo Gallego, director Nacional de Programas de Pregrado de la Nacional a la
revista Dinero: “el cupo en la Universidad Nacional es un bien publico, es
necesario garantizar que sólo entran los mejores”. El tercero es el numero de
personas que aspiran a un cupo universitario en estas entidades y no lo
obtiene, sólo en la Nacional se presentan anualmente entre 110,000 y 120,000
personas y solo son admitidas 10,000. Finalmente,
el cuarto es la clara preferencia por los beneficiarios del programa Ser Pilo
Paga por las universidades privadas.
Me parece una verdadera tragedia que cientos
de miles de estudiantes que manifiestan su interés de estudiar en una
universidad pública de excelencia sean descabezados por un “anacrónico”
concepto de “aquí solo entran los mejores”. Para aclararle al señor Gallego, un
bien publico es un bien que todos pueden disfrutar sin discriminación ninguna.
Es claro que la asignación presupuestal
pública a las universidades públicas es poca y que estas hoy no podrían, aun sí
quisieran, recibir cientos de miles de estudiantes nuevos. Y allí
definitivamente tiene una buena responsabilidad el gobierno nacional y los
gobiernos locales.
Pero también es cierto que esa idea de
tener un club de exclusividad de mentes brillantes es discriminación plena y
abierta. Qué distinta fuera la historia hoy en día con la universidad pública,
si en lugar de tener esa actitud, hubieran abogado por un crecimiento paulatino
e incluyente en los cupos, desarrollando modelos pedagógicos que nivelaran a
aquellos estudiantes que no llegan en óptimas condiciones. Eso también es
excelencia.
La universidad privada, que también las
hay de excelencia, ha crecido gracias a ese vacío (en parte) y lo demuestra la
demanda de los pilos por el sector privado.
Es sabido que un ciudadano que pasa por la universidad es un mejor ciudadano que uno que no lo hace. Haber cerrado las puertas solo para “los mejores” es un error histórico y es parte del rezago de la oferta de educación superior en el país.
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