(El Mundo, abril 21 de 2016)
En
Colombia aun no es común que los medios de comunicación estén llenos de
comerciales en donde se idealice la vejez como el momento de la vida para
viajar, jugar y divertirse, gastando el dinero de la pensión o de los ahorros
de toda una vida. Estos comerciales son usualmente pagados por las compañías
que manejan productos pensionales para atraer clientes, pero en el camino
terminan por crear falsas expectativas y romantizar una época de la vida que
cada vez pinta mas como las anteriores.
La
realidad del sistema pensional nuestro es una cobertura baja y una clara
insuficiencia patrimonial para honrar la promesa de una pensión. Con la
esperanza de vida de los colombianos creciendo año tras año, es indudable que
la edad de retiro debe aumentarse a la par. Esto es políticamente muy difícil,
pero la realidad siempre termina imponiéndose. Será tan alto el costo personal de
pensionarse a la edad mínima actual (57 mujeres, 62 hombres) medido como la
diferencia entre el ingreso de la pensión y los gastos, que la realidad
terminara por retrasar unos años la decisión, o quizá nos lleve a esquemas de
retiro parcial.
La
pregunta central es si los colombianos tendremos el estado de salud para seguir
trabajando en edades que superan la actual edad mínima de retiro. No existen
estudios para Colombia. Pero si existen estudios para otros países. Las cosas
lucen bien.
En
Estados Unidos, los investigadores Coile, Milligan, y Wise estudiaron este
fenómeno. Encontraron que el estado de salud de un hombre de 49 años de 1977 es
equivalente al de un hombre de 55 años en 2010. Es decir una ganancia de 6
años. También encontraron que estas ganancias de salud están
desproporcionadamente concentradas en las personas con mayor educación, lo que
pondría a estas personas en una mejor posición para aprovechar estas
oportunidades.
El
mercado laboral, bien sabemos no es el mejor amigo del adulto mayor,
especialmente si su grado de educación no es muy alto. Abundan historias de
personas mayores que pierden su trabajo y luego no consiguen emplearse. Esta
situación con una población adulta en mejor estado de salud es doblemente
trágica. Es una perdida de productividad y una perdida de capital humano y
social.
Es posible que la respuesta este en la nueva economía, aquella definida por las nuevas tecnologías de la información (Uber) con flexibilidad de horario y de otras condiciones. Lo cierto es que es tiempo de pensar en opciones de política para las futuras generaciones que envejecerán trabajando.
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