(El Mundo, 24 de Marzo de 2016)
Al
momento de escribir esta columna, solo una vez en quince días se ha cumplido la
meta de ahorro diario de energía eléctrica de 5%. No parece descabellado afirmar que la
política de incentivos craneada por el equipo de gobierno falló, y que por el
contario al Presidente le va a tocar echarse para atrás si no quiere perder mas
popularidad.
En lo
que corresponde a los hogares, se diseño (a la carrera en mi parecer) un
sistema de incentivos como sacado de un libro de texto de economía. Premio en
dinero para el que ahorre y castigo en dinero para el que no ahorre. Hay varios
problemas con este tipo de políticas. El primero y más importante es que los
hogares no tienen el mismo sistema de información del gobierno, es decir, a los
hogares no les llega a las 8 AM un informe de consumo de XM. Entonces para un
hogar es difícil saber si los esfuerzos que esta haciendo son suficientes o no,
y en ausencia de información individual pueden presentarse muchos
comportamientos. Por ejemplo, unos hogares pueden asumir que otros están
ahorrando lo suficiente y no ahorrar. Otros pueden pensar que su consumo de
energía es ya mínimo y que no pueden recortar más. Otros, mas rebeldes,
pensaran que son las industrias las grandes consumidoras y que son estas las
que deben aportar.
El
segundo problema es la velocidad con que el gobierno asume que la información
llega a los hogares. Toda persona interesada en lo público consume medios como
loco, pero se le olvida al gobierno que este país es apático políticamente y
que su consumo de medios informativos es bajísimo.
El
tercer problema es el diseño del castigo. Los hogares que vean un incremento en
su factura de electricidad por cuenta de no ahorrar van a entrar en furia. El
gobierno entonces tendrá que recular y por lo tanto perder credibilidad, o
mantenerse firme y bajar en popularidad, arriesgando incluso que el día del
voto por la paz se la cobren. En cualquiera de los dos escenarios el gobierno
pierde.
Kenneth
Arrow, premio Nobel de Economía decía que los Economistas aún no tenemos muy
bien estudiados ni entendidos los incentivos. Creo que tiene mucha razón, y
este es un buen ejemplo de ello.
Imponer
incentivos es una contradicción en si misma, los incentivos deben ser
voluntarios. De igual forma, dada la trascendencia del problema, promover una
política de este estilo sin información empírica, es decir sin haber hecho un
piloto antes es muy arriesgado, o es muy ingenuo.
Definitivamente al gobierno
Santos le sobran economistas y le faltan expertos en ciencias del
comportamiento.
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