(El Mundo, Agosto 13 de 2015)
En Colombia, tenemos
candidatos y políticos de todas las calañas. No importando el género, los hay intachables
y también extremadamente sucios. Pero hay una especie de pacto secreto entre
todos, un límite, que ni siquiera los más sucios han cruzado: atacar a otros
por sus “pecados” morales.
En los Estados Unidos,
en época de elecciones, esto es el pan de cada día. Los escándalos más típicos son:
citas con prostitutas, fotos íntimas con quien no se debe, y la existencia de amantes
e hijos naturales. Cada escándalo es claramente provocado con fines políticos,
es decir, usando lo moral como pretexto, el objetivo es obligar al contrincante
a retirarse o al menos golpear fuertemente su voto de opinión.
En Colombia no sucede.
Las debilidades morales de los candidatos a puestos de elección popular o
incluso aquellos posesionados no es un arma de ataque político. ¿Por qué? Se me
ocurren algunas hipótesis.
La primera es que estos
escándalos no venden en los medios colombianos. Pero no suena muy convincente. En
Colombia hay prensa amarilla, y grandes espacios informativos dedicados a los
chismes y vida de los famosos.
Una segunda hipótesis seria
que al votante colombiano no le importan esos moralismos de iglesia. Pero tal explicación
tampoco es muy convincente, la inclusión en el discurso político y el
seguimiento mediático de otros temas evidentemente morales y religiosos como el
matrimonio gay, el aborto, y recientemente la eutanasia, así lo demuestran.
Una tercera hipótesis
seria que no sucede porque todos tienen rabo de paja. Pero tampoco parece
posible. No sólo porque deben haber algunos que no tengan nada que temer, sino
porque hay candidatos muy sucios para los que el fin de llegar al poder justificaría
todos los medios.
Una cuarta hipótesis,
un poco más macabra, es el temor de algunos candidatos a las represalias,
siguiendo la dura ley de la calle según la cual los “sapos mueren aplastados”.
La última hipótesis es
que en este país hay armas de ataque más importantes que los líos de faldas
para tumbar un contrincante. De lo que sí se acusan los políticos todo el
tiempo y a lo que más eco hacen los medios es a vínculos con grupos al margen
de la ley y con actos de corrupción del pasado. Lo curioso, como bien sabemos, es
que esto poco o nada sirve para eliminar al contrario. Primero, porque muchas
de estas denuncias se quedan en eternas investigaciones. Y segundo, porque al
que vende su voto esto poco le importa.
Interesante pues esta característica de la forma de hacer política en Colombia. Ya veremos sí algún día se rompe el pacto y sí da o no resultados.
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