(El Mundo, julio 30 de 2015)
Existe una regularidad
a nivel mundial, en la medida en que el nivel educativo y de ingreso de las
personas aumenta, disminuye el número de hijos que estas deciden tener. Así, en
los países en donde las clases medias crecen las tasas de fertilidad caen. Varias
razones explican este fenómeno, las dos principales son: el mayor conocimiento
y acceso a métodos anticonceptivos, y el mayor costo financiero de criar y
educar un niño.
En 1979, el gobierno
de la China, preocupado por el aumento de la población, y desconociendo esta
regularidad (que ya estaba plenamente documentada en la misma China) decidió
decretar por ley la caída en la fertilidad. En efecto, a partir de ese año las
familias chinas solo podrían tener un hijo. Esta famosa ley trajo consecuencias
dolorosas para las familias chinas. Las más trágicas asociadas con abortos
obligados y con un número muy alto de infanticidios, especialmente de niñas. Y
para los que sobrevivieron, una notoria escases de mujeres y el surgimiento de
una generación de “padres huérfanos” (aquellos que perdieron su hijo único a
mediana edad cuando ya no era posible engendrar más hijos).
Cómo si no fuera poco
el drama familiar que la política pública causó, la ironía más grande es que
fue tan exitosa que ahora mismo el país va a tener que impulsar una política
exactamente opuesta para salir del problema demográfico que creo. En efecto,
desde 2012 el número de personas en edad de trabajar está decreciendo y la
proporción de adultos mayores aumentando. ¿Qué significa esto?. Una economía
que se va a quedar sin su principal motor: trabajadores.
Es esta urgencia la
que ha llevado al gobierno a anunciar que muy pronto aumentara a dos el número
de hijos permitido. No obstante, esta medida será insuficiente. De acuerdo a
algunos estudios la gente ya cambió su comportamiento. Por ejemplo, desde 1980
las familias rurales cuyo primer hijo fuera una niña tenían autorización de
tener otro hijo. Sin embargo, un estudio mostro que solo el 6.5% de estas
familias decidió tener un segundo hijo. En 2013, también se permitió a las
parejas urbanas tener un segundo hijo si uno de los dos padres era hijo único,
pero menos del 10% de los elegibles se registró para tener un segundo hijo en 2014.
La política pública china de “un solo hijo”
exacerbó la tendencia natural a la baja en la fertilidad de toda economía que
crece. Los que se inventaron la ley se equivocaron y ahora cambiar esta
tendencia no será cuestión de cambiar una ley. Dado que no se puede dejar de
invertir en educación, solo será posible con una gran inversión en reducir los
costos financieros de criar hijos y de ser exitosa solo se verá reflejada en un par de
décadas.
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