(El Mundo, Marzo 26 de 2015)
El Índice Sintético de Calidad Educativa (ISCE) puede
revolucionar el sistema educativo, pero también puede promover acciones no
deseadas, contrarias a la política. Saber cuáles son puede ayudar a que la
política sea más exitosa. Esta es la enseñanza que han dejado iniciativas
similares en otros partes del mundo. La nueva política educativa consiste en un
programa de pago por desempeño basado en un índice, el cual irá de 1 a 10 y tendrá
cuatro componentes: progreso, desempeño, eficiencia y ambiente escolar. Los dos
primeros se determinarán a partir de las pruebas Saber, el tercero del sistema
de matrículas del MEN, y el último de los cuestionarios anexos de factores
asociados que diligencian los estudiantes de quinto y noveno cuando se presenta
el examen. Sí el colegio mejora de una período a otro, por ejemplo pasa de 5 a
6, habrá un premio en dinero para todos los colaboradores del plantel.
En Estados Unidos, en 2002, bajo el gobierno de George W.
Bush, fue aprobada una política pública similar llamada “Ningún niño dejado
atrás”, con el objetivo de aumentar el nivel académico de todos los niños y
disminuir las brechas entre grupos socioeconómicos. En este caso se condicionó
la ayuda financiera para aquellas escuelas que mostraran progreso y, también se
definieron castigos, incluso llegando al cierre de las instalaciones para
aquellos que no mostraran progreso en tres años seguidos.
Hace unos años publiqué con la profesora Lina Martínez un
artículo resumiendo lo que puede salir mal con este tipo de iniciativas según
lo documentado por investigadores norteamericanos. En general, se demostró que la
política motivó acciones no deseadas por parte de algunas escuelas para cumplir
con el progreso anual establecido. Entre los cambios que se documentaron se
encuentran: (i) concentración excesiva de tiempo y recursos de la escuela en
enseñar o entrenar a los niños en como tomar pruebas estandarizadas; (ii)
suspensión arbitraria de estudiantes con bajo rendimiento para evitar su presencia
el día de la prueba; (iii) indebida injerencia de los profesores sobre sus
alumnos en sugerir respuestas a las preguntas; (iv) y manipulación de
resultados.
En general, el problema con este tipo de políticas es que la gente se obsesiona demasiado con los indicadores en aras de lograr el número deseado, descuidando aquello que no se mide. El otro problema es que implícitamente se señala a la escuela cómo única responsable del rendimiento académico de los niños, sin tener en cuenta que la otra parte del proceso de aprendizaje está en la casa, en el barrio, en la motivación del estudiante. El efecto de vivir en un entorno que no promueva procesos de aprendizaje (padres capaces de ayudarlos con las tareas, pobreza, falta de motivación, etc) es tan negativo como ir a una mala escuela. Medir es siempre muy bueno, así que el ISCE es un gran avance. Prevenir posibles consecuencias inesperadas como las señaladas aquí ayudará a tener una política pública más fuerte y con mejores resultados.
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