martes, 26 de agosto de 2014

Según el marrano

(El Mundo, Agosto 28 de 2014)

Sí la segunda profesión más antigua del mundo es la prostitución, la primera debe ser la de vendedor.  Y como bien lo resume la cultura popular colombiana, desde tiempos inmemoriales el precio de las cosas  se fija “según el marrano”. Hace un par de semanas explotó la noticia de un cartel de los pañales. Y, según la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC), se están investigando muchos más acuerdos de precios entre empresarios en la economía colombiana. La indignación es obvia, pero la solución no es evidente por las siguientes razones.

El problema es inmenso y el regulador muy pequeño. Aun cuando la SIC haya formulado pliego de cargos contra el cartel de los pañales, esta es apenas la punta del iceberg. Son millones de productos los que se negocian a diario en la economía, y seguramente en muy pocos de los que componen la canasta familiar existe verdadera competencia. Se necesitaría una SIC de tamaño monstruoso para meter en cintura a todos los vendedores que estén fijando precios por encima del precio de mercado.

La autorregulación es insuficiente para controlar las tendencias normales del mercado. El mundo de los negocios es muy amplio y en el confluyen muchas personalidades, gente con altos estándares éticos y gente con ninguno. Ante una autoridad pequeña, la autorregulación es la siguiente linea de defensa del consumidor. Pero ésta impone unos costos que no todos están dispuestos a asumir y que los consumidores por desconocimiento no están dispuestos a pagar. En el mercado solo sobreviven los que dan utilidad y crecen. A más participación de mercado mayor posibilidad de fijar precios. Así las cosas, la dinámica del mercado tiende hacia la eliminación de la competencia, y seguramente los primeros en caer son los que se autorregulan.

La educación en ética empresarial a los futuros empresarios no llega muy lejos. Una tercera línea de defensa del consumidor es la formación en ética empresarial. Al igual que sucede con cualquier curso de universidad, los contenidos tienden a olvidarse. Además la presión misma de la actividad empresarial con su obligación normal de cumplimiento de metas, pone en desventaja a las consideraciones éticas, especialmente cuando estas se enfrentan a la estabilidad laboral misma. Siempre habrá justificación para estirar la ética un poquito.


Legalmente fijar precios no competitivos es un delito. Pero las líneas de defensa que tenemos a la mano son insuficientes, y quizá en el fondo es así porque todos tenemos rabo de paja. En una sociedad, todos somos consumidores y vendedores a la vez. Los consumidores desinformados que somos seguiremos siendo explotados, y los vendedores informados que somos seguiremos explotando y cobrando “según el marrano”, como ha sido desde el comienzo de los tiempos. 

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