(El Mundo, Septiembre 11 2014)
Bien parece que lo que define un barrio en Colombia son: la tienda, la panadería, y la droguería. Pero, como dice la canción infantil “una de estas cosas no es como las otras, es diferente de todas las demás”. ¿Adivina cuál? Por supuesto es la droguería. A diferencia de los bienes de venta masiva, el consumo de medicinas debe ser supervisado por un profesional independiente. La razón más evidente tiene que ver con la dosis y con los efectos adversos. En efecto, una medicina en una dosis baja no hace efecto y en una dosis alta puede traer riesgos para la salud.
Bien parece que lo que define un barrio en Colombia son: la tienda, la panadería, y la droguería. Pero, como dice la canción infantil “una de estas cosas no es como las otras, es diferente de todas las demás”. ¿Adivina cuál? Por supuesto es la droguería. A diferencia de los bienes de venta masiva, el consumo de medicinas debe ser supervisado por un profesional independiente. La razón más evidente tiene que ver con la dosis y con los efectos adversos. En efecto, una medicina en una dosis baja no hace efecto y en una dosis alta puede traer riesgos para la salud.
La razón
menos evidente tiene que ver con la interacción de una medicina con otra. Hay
medicinas que tomadas con otras medicinas pueden tener consecuencias no
deseables, una es diluir el efecto esperado, la otra es aumentar los efectos
adversos sobre el cuerpo. Es por esta razón que las medicinas de venta al
público se dividen en dos grandes grupos, las que presentan muy bajos riesgos y
pueden venderse sin formula médica; y las que presentan riesgos y por ende
deben ser supervisadas por un profesional de la salud y vendidas de manera
controlada. Qué medicina cae en qué categoría es decisión de una entidad
gubernamental.
En el mundo
desarrollado, existe una estricta regulación a la venta de medicamentos del
segundo grupo. En los Estados Unidos, por ley, en cada droguería debe haber un
profesional en farmacia, cuya formación en aulas de educación superior es de
ocho años en promedio. De hecho el título de farmaceuta es un grado académico
de doctorado. Estos profesionales estudian química, física, biología, anatomía y
fisiología. Adicionalmente, deben rotar, a la misma manera de los médicos, por
diferentes hospitales y laboratorios farmacéuticos. Es por esta razón que en ese
país no hay una droguería en cada barrio. Para el ciudadano de a pie, esto
garantiza más información en el punto de dispensación y más barreras de
seguridad, pues son dos profesionales (el médico tratante y el farmaceuta) los
que deben estudiar la interacción de las medicinas y discutirla con el paciente.
Dos datos más: los farmaceutas no pueden formular, y pueden ser severamente
castigados por un mínimo error.
En nada se
parece este escenario al colombiano, donde no solo reina la informalidad en el
punto de venta sino la desinformación y la sed de ganancias. El señor de la
droguería de la esquina, como cualquier dueño de tienda de barrio, vestido con
su bata blanca tiene un claro incentivo económico a vender y mover producto.
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