martes, 1 de julio de 2014

Intuición y regulación

(El Mundo, Julio 3 de 2014)

El filosofo Rene Descartes es famoso, entre otras, por la frase “los sentidos nos engañan”. Casi cuatrocientos anos después podemos decir lo mismo de nuestro cerebro. Psicólogos, neurólogos y economistas, se han encargado de mostrar que nuestro cerebro es un arma de doble filo, a veces impresionantemente acertado y a veces impresionantemente equivocado. En nuestro cerebro operan dos sistemas, uno intuitivo y uno reflexivo. El intuitivo es el que toma las decisiones inmediatas, el reflexivo es el que recurre a cálculos y análisis mas sofisticados para guiarnos hacia una decisión.

Los dos sistemas operan en paralelo en nuestra actividad diaria. El intuitivo maneja las operaciones que son repetitivas, mientras que el reflexivo entra cuando tenemos que tomar una decisión y empezamos a evaluar sus pros y contras.

Que tiene que ver esto con la regulación? Mucho. Los problemas sociales y económicos son cada vez mas complejos de entender, porque involucran la interacción del contexto, la cultura, la historia, los incentivos y demás factores que mueven a la gente a hacer lo que hacen. El regulador enfrente de esta complejidad muchas veces no tiene otro remedio que construir un modelo simple “intuitivo” del problema y plantear política basado en este modelo.

El regulador como cualquier ser humano tiene un modelo mental, y unas certezas morales que fundamentan teorías propias de lo que funciona y lo que no funciona. Pero, dado que la intuición puede ser terriblemente acertada o terriblemente desacertada, la posibilidad de éxito será entonces mas fruto del azar que de otra cosa.

En decisiones regulatorias de corto plazo, el modelo intuitivo puede ser políticamente correcto y por mal que resulte la intuición, los costos pueden no ser muy relevantes. En medidas que duren poco (unas horas, un día), aun cuando la intuición falle, los costos asumidos por los perjudicados pueden ser llevaderos. Un buen ejemplo de esto son las restricciones impuestas sobre la sociedad con ocasión de los partidos del mundial de fútbol.  Ley seca, restricción de armas, incluso prohibición de venta de harina. Fueron eficaces?, nunca lo sabremos, pero los secretarios y alcaldes hicieron lo políticamente correcto.

Lo preocupante esta en las decisiones de largo plazo, las que se vuelven medidas permanentes. Aquí el modelo intuitivo puede ser catastrófico, puede encontrar culpables donde no los hay y puede acabar con industrias enteras. La forma de resolver este dilema es atar cada política regulatoria de mediano y largo plazo a unos indicadores y a una evaluación mas científica. Si funcionan se quedan, si no se eliminan. Así se construye una regulación mas inteligente, basada en resultados y no en concepciones heurísticas del bien y del mal.

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