(El Mundo, Julio 3 de 2014)
El
filosofo Rene Descartes es famoso, entre otras, por la frase “los sentidos nos
engañan”. Casi cuatrocientos anos después podemos decir lo mismo de nuestro
cerebro. Psicólogos, neurólogos y economistas, se han encargado de mostrar que
nuestro cerebro es un arma de doble filo, a veces impresionantemente acertado y
a veces impresionantemente equivocado. En nuestro cerebro operan dos sistemas,
uno intuitivo y uno reflexivo. El intuitivo es el que toma las decisiones
inmediatas, el reflexivo es el que recurre a cálculos y análisis mas
sofisticados para guiarnos hacia una decisión.
Los dos
sistemas operan en paralelo en nuestra actividad diaria. El intuitivo maneja
las operaciones que son repetitivas, mientras que el reflexivo entra cuando
tenemos que tomar una decisión y empezamos a evaluar sus pros y contras.
Que
tiene que ver esto con la regulación? Mucho. Los problemas sociales y
económicos son cada vez mas complejos de entender, porque involucran la
interacción del contexto, la cultura, la historia, los incentivos y demás
factores que mueven a la gente a hacer lo que hacen. El regulador enfrente de
esta complejidad muchas veces no tiene otro remedio que construir un modelo
simple “intuitivo” del problema y plantear política basado en este modelo.
El
regulador como cualquier ser humano tiene un modelo mental, y unas certezas
morales que fundamentan teorías propias de lo que funciona y lo que no
funciona. Pero, dado que la intuición puede ser terriblemente acertada o
terriblemente desacertada, la posibilidad de éxito será entonces mas fruto del
azar que de otra cosa.
En
decisiones regulatorias de corto plazo, el modelo intuitivo puede ser
políticamente correcto y por mal que resulte la intuición, los costos pueden no
ser muy relevantes. En medidas que duren poco (unas horas, un día), aun cuando
la intuición falle, los costos asumidos por los perjudicados pueden ser
llevaderos. Un buen ejemplo de esto son las restricciones impuestas sobre la
sociedad con ocasión de los partidos del mundial de fútbol. Ley seca, restricción de armas, incluso
prohibición de venta de harina. Fueron eficaces?, nunca lo sabremos, pero los
secretarios y alcaldes hicieron lo políticamente correcto.
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