(El Mundo, Octubre 10 de 2013)
Hace unos días, como parte de una investigación, presencie la siguiente conversación con una persona de ingreso medio bajo. Pregunta: “Señor ¿Usted cree que en un periodo administrativo de cuatro años se puede resolver un problema como el de la pobreza?” Respuesta: “No, ni dios con ayudantes podría resolver ese problema”. Pregunta: “¿Usted qué cree que puede hacer el gobierno para solucionar problemas como la pobreza?” Respuesta: “Nada señorita, eso no es un problema del gobierno, es un problema de la gente que son perezosos”.
Hace unos días, como parte de una investigación, presencie la siguiente conversación con una persona de ingreso medio bajo. Pregunta: “Señor ¿Usted cree que en un periodo administrativo de cuatro años se puede resolver un problema como el de la pobreza?” Respuesta: “No, ni dios con ayudantes podría resolver ese problema”. Pregunta: “¿Usted qué cree que puede hacer el gobierno para solucionar problemas como la pobreza?” Respuesta: “Nada señorita, eso no es un problema del gobierno, es un problema de la gente que son perezosos”.
Si la pobreza se debe
a falta de oportunidades o a falta de ganas de trabajar, es un eterno debate
entre las escuelas de pensamiento liberal y conservador en materia de política
económica antipobreza. Regalar casas y subsidiar con o sin condiciones es la
solución de los liberales, promover el crecimiento de la economía y del sector
privado es la solución de los conservadores. Desafortunadamente como tantos
otros debates de política, los argumentos se esgrimen usando la lógica del
expositor y alguna evidencia casuística, pero no con evidencia más
generalizable. Por estos días, está de moda en los Estados Unidos un libro que
le da la razón a los liberales, pero usando un argumento distinto: la pobreza
se debe a escases de ancho de banda.
El libro se llama
“Scarcity” (Escases) y es escrito por un economista (Mullainathan) y un
psicólogo (Shafir). Por supuesto, el ancho de banda no se trata de acceso a
internet, es una metáfora para referirse a la capacidad cognitiva individual.
La capacidad del cerebro es limitada y por ende mientras más ocupada este resolviendo
problemas inmediatos menos podrá ocuparse de actividades y proyectos a mediano
o a largo plazo. Las inversiones de largo plazo son las que pagan enormes
dividendos y diferencian a los ricos de los pobres, especialmente las que se
hacen en la niñez.
Los autores muestran a
través de experimentos reales qué, en situaciones de escases (de comida, de
tiempo, de energía, de dinero, de sueño, etc), el comportamiento de todos los
seres humanos, sean pobres o ricos se asemeja. La atención se concentra en lo
inmediato y no permite ver más allá. Psicológicamente la escases nos hace más
impulsivos, bloquea nuestros mecanismos de autocontrol, de aprendizaje, y la capacidad
de raciocinio. La trampa de la escases, argumentada en el libro, está en que
esta refuerza el comportamiento mismo. Por ejemplo, si usted tiene escases de
tiempo, usted va a prestar tiempo de otra actividad, luego para completar dicha
actividad va a prestar de otra y así sucesivamente.
¿Qué hacer? Las acciones de política que proponen los autores van en la vía de hacer la vida de las personas más fácil, a través de menos papeleo, más decisiones automáticas y un hábitat que induzca a mejores decisiones. En el eterno debate de la política antipobreza los liberales pueden agregar un argumento más a su favor gracias a los experimentos de Mullainathan y Shafir.
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