(La Patria, Febrero 15 de 2010; El Mundo, Febrero 17 de 2010)
Una de las áreas de investigación con mayor desarrollo en la última década es la de los efectos que los pares y las redes sociales tienen en las decisiones individuales. Los pares definidos como aquellos individuos con los que interactuamos a diario, bien sean familia y amigos o bien sean simplemente nuestros vecinos.
Numerosos artículos se han publicado, mostrando efectos en ámbitos obvios y otros no tan obvios. Por ejemplo, ciertos estudios muestran que la decisión de compra de un vehículo esta influenciada por el vehículo de los vecinos. Otros estudios sugieren que la obesidad podría ser “contagiosa”.
En esta columna quisiera llamar la atención sobre un efecto que podría ser de gran utilidad como herramienta de política pública. En especial cuando se trata de racionalizar el uso de recursos naturales que son a su vez servicios públicos, en concreto: agua, electricidad y gas. El mecanismo, como usted lo podrá concluir, puede ser de utilidad en otros ámbitos.
Un reciente estudio publicado por Ayres, Raseman, y Shih de la Universidad de Yale, presenta los resultados de dos experimentos a gran escala. En el primero, participaron 35,000 usuarios de la compañía de servicios públicos de la ciudad de Sacramento. En el segundo, participaron 40,000 usuarios de la compañía Puget Sound Energy en el Estado de Washington en los Estados Unidos.
En ambos experimentos, los hogares participantes fueron asignados aleatoriamente a dos grupos. Uno de los grupos recibió informes, ya sea mensual o trimestralmente, mostrando el consumo de servicios públicos de viviendas similares en su área. En estos informes, se mostraban no sólo datos sino también mensajes (incluyendo dibujos computarizados de caras felices) destinados a convencer a los clientes de las virtudes de la conservación de energía. El otro grupo siguió recibiendo la factura tradicional.
Los resultados de estos experimentos mostraron que cuando un hogar se entera de que su consumo es superior a la media, esto genera un incentivo para reducir el consumo. Por ejemplo, el consumo de gas de estos hogares disminuyo entre 1.2% y 2.1% por ciento en promedio con respecto a los hogares que no recibieron la información. Uno de los experimentos se llevo a cabo por 1 año y se observó que la disminución se prolongó por varios meses.
Aunque los resultados parezcan diminutos, los autores calculan que extrapolando estas cifras a toda la población de Sacramento, los usuarios se habrían podido ahorrar US $ 15,2 millones y habrían utilizado el equivalente a 9 millones de galones menos de gas.
Valdría la pena que nuestras autoridades energéticas investigaran mecanismos como estos, antes de subir tarifas como única política de racionamiento de servicios públicos.
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