(La Patria, Marzo 1 de 2010; El Mundo, Marzo 11 de 2010)
Pocas decisiones recientes de política pública han causado tanto revuelo e indignación nacional como los desafortunados decretos de emergencia social dirigidos a estabilizar las finanzas del sistema de salud colombiano. Usualmente los decretos y demás modificaciones a las reglas de juego pasan por la crítica de unos cuantos expertos en el tema, y desaparecen de la escena nacional.
Este no ha sido el caso. Las redes sociales virtuales se encuentran abarrotadas de comentarios satíricos. En Facebook se lee “Una E.P.S se balanceaba sobre la cama de un paciente, como el paciente no se moría, fueron a llamar al presidente. A la EPS no le bastaba con los ahorros del paciente ahora quería sus cesantías para apoyar al presidente”. Al correo electrónico llegan a diario chistes, historias, fabulas, artículos de opinión, y demás textos, todos con un común denominador: ira y rechazo total a la propuesta.
Una lectura desapasionada de todas estas reacciones revela una situación sin salida: todos tienen algo de razón, pero a la vez todos desconocen la complejidad del problema. El sistema está quebrado, financiera y moralmente. Es imposible negar el oportunismo de muchos actores: algunos individuos tienen capacidad de pago pero no interés en contribuir; algunos proveedores de servicios de salud están más interesados en el lucro personal que en la eficiencia en el uso de los recursos del sistema; y finalmente, un regulador o bien sordo y ciego, o bien malintencionadamente debilitado para no hacer daño.
A donde irán a parar toda esta ira e intenso dolor? Probablemente alimentaran las arcas electorales de los candidatos que sepan capitalizar este sentimiento. Pero esto será de poca ayuda en el largo plazo. El sistema seguirá quebrado, y el siguiente gobierno tendrá que hacer algo, queramos o no. Nadie puede vivir eternamente al debe. Es imposible tener un sistema de salud con buenos servicios para todos y quebrado.
Quizá la mejor opción para canalizar esta ira en beneficio de todos seria promover desde el sector privado un estudio a fondo de las finanzas del país. Ir rubro por rubro en el presupuesto de la Nación y descubrir aquellos otros miles de “Agros Seguros” que pululan, desnudarlos ante la opinión pública y requerir su inmediata terminación. Un ex director de presupuesto nacional podría hacer esta tarea sin problema.
Seguramente muchos de estos recursos ayudarían a subsanar el déficit financiero del sistema. Pero esta tiene que ser una iniciativa privada, no otra de las tantas misiones de ingresos y gastos financiadas con recursos públicos. Estas sufren de un enorme conflicto de intereses, pues el evaluado es quien está pagando la evaluación. Algo de esto mitigaría el desbalance financiero.
Respecto al desbalance moral del sistema poco o nada puede hacerse a punta de leyes o decretos o misiones. La cultura del atajo y del oportunismo es inatajable. Solo Dios sabe que tragedia se necesita para que esta cambie.
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