(La Patria, 22 de Septiembre de 2008)
Gracias a la caída de las firmas más importantes de corretaje de Wall Street, la humanidad asiste a la crisis histórico-económica más importante desde la gran depresión de 1931. Esto no es una exageración. El mismo Alan Greespan, quien durante su periodo como director de la Reserva Federal se negó a regular a Wall Street, reconoció que esta crisis es única.
Bien es sabido que de las crisis nacen las más importantes lecciones para los individuos y para los países que estos conforman. Y esta crisis, en particular, pone a prueba dos principios fundamentales del capitalismo moderno. Promovidos directamente por el gobierno de los EEUU y por las entidades internacionales que este controla, como el Banco Mundial y el FMI. Estos son: (1) la libre empresa trae consigo riesgos y beneficios, y los empresarios son responsables por ambos, por lo tanto no es papel del gobierno intervenir en decisiones privadas; (2) la inversión extranjera directa es buena para los países en un mundo globalizado.
Si las acciones de los EEUU para controlar la crisis violan estos dos principios, asistimos entonces a la redefinición del capitalismo moderno. De hecho, las voces al interior de los EEUU ya se escuchan. El New York Times asegura en su editorial de Septiembre 16 que “La nación necesita una nueva perspectiva respecto de los mercados, una que reconozca el carácter auto-destructivo del capitalismo sin riendas y su capacidad, no vigilada, de causar estragos más allá de Wall Street”.
Bajo el pretexto de que algunas firmas de Wall Street son “muy grandes para dejarlas caer” la Reserva Federal ha violado el primer principio. Lo peor es que lo ha hecho de manera selectiva, ha salvado a Bear Stearns, Fannie Mae, Freddie Mac y AIG, pero no a Lehman Brothers o a Merrill Lynch. Así las cosas, el principio numero uno ha sido violado, irónicamente por su más empecinado predicador.
Las cosas están por verse respecto del segundo principio. En teoría, en el libre mercado, el pez grande se come al pez chico. Esto es cuando las firmas no pueden existir en el mercado, o bien desaparecen o bien son simplemente compradas por otros. Y en una economía globalizada, esto puede significar que grandes compañías norteamericanas sean compradas por inversionistas de otros países, sean europeos, rusos, chinos, indios, musulmanes, venezolanos o africanos.
Las reglas de juego del capitalismo moderno están en juego, si el mayor jugador del mundo las respeta esto fortalecerá el sistema de mercado como modelo de crecimiento económico. Uno basado en la democracia y la libertad individual. Si no, los EEUU nos recordara una vez más que su principio es la doble moral: “Haz las cosas como yo te digo, no como yo las hago”.
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