(La Patria, Octubre 14 de 2008)
La crisis financiera de los EEUU ha dejado al descubierto una enorme discrepancia entre los analistas macroeconómicos. De un lado, los enemigos del famoso “salvamento”, argumentan alternativas de política dirigidas a reactivar la economía sin traicionar los principios del libre mercado. En pocas palabras, dejar que Wall Street resuelva su problema solo, y más bien intervenir directamente en el mercado inmobiliario o de crédito. Por otro lado, los amigos del “salvamento” sugieren que es irrelevante desgastarse en discutir, usando una buena metáfora, quien inicio el incendio, lo importante es apagarlo lo más pronto posible, antes de que se queme toda la economía.
Prominentes economistas de las más importantes escuelas de economía del mundo, se sitúan en ambos bandos. Paul Romer, distinguido economista y profesor de la Universidad de Stanford, lo resume como la lucha de los fundamentalistas y los realistas. De hecho el mismo Romer, después de analizar cuáles de sus colegas se encuentran en cuál bando, argumenta que esta nueva categoría es necesaria, puesto que en cada grupo es posible encontrar economistas antes catalogados como de izquierda y de derecha, o, pro-gobierno y anti-gobierno.
Para los fundamentalistas, las políticas públicas deben provenir de modelos. Las acciones tienen sentido si están respaldadas en un modelo matemático. Si la evidencia no se ajusta a sus modelos es excluida de cualquier consideración. Los realistas por su parte cuestionan las limitaciones de los modelos y sugieren la necesidad de complementarlos con “juicio clínico”, esto, en palabras de Romer es “la destilación de la evidencia que se acumula con la experiencia”.
Esta falta de consenso intelectual respecto del tema más crítico de todos: como evitar una gran depresión económica, es probablemente la deuda más grande de los macroeconomistas modernos con la sociedad contemporánea. La crisis actual ha sido ampliamente documentada. Abundan las descripciones pero faltan buenas explicaciones. Hasta hace unos meses, los macroeconomistas creían entender las crisis y como evitarlas. Hoy no sabemos.
El ciudadano del común no entiende y no está de acuerdo con el salvamento. Los expertos, por su parte, están de acuerdo en que el salvamento traiciona los principios del libre mercado, pero coinciden en que por malo que fuera, era necesario para recobrar la “confianza” en los mercados, sin embargo, reclaman mayor claridad intelectual respecto del mismo.
La macroeconomía y los macro economistas modernos están en deuda. Aun siendo cierto que algunos macroeconomistas habrán llamado la atención al respecto. Nouriel Roubini entre ellos. Tal parece que los demás no les hicieron eco. Se dejaron llevar por el miedo a asustar los mercados o por la falta de un buen modelo matemático. La crisis llego para quedarse y los macroeconomistas tendrán que reescribir sus textos. Aun tienen mucho por aprender.
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