(El Mundo, mayo 17 de 2018)
La empatía es la capacidad de identificarse
con alguien y compartir sus sentimientos. Eso fue lo que sintió la persona que grabó
el video de Don José y que se convirtió en la historia viral de la semana. Sin
embargo, y como lo describe de manera genial el escritor norteamericano Dan
Harmon siempre, siempre hay que tener en cuenta que “lo que se siente es real,
pero los sentimientos no son la realidad”.
En mi columna anterior recordaba uno de los
acuerdos básicos de la sabiduría tolteca: nunca hacer suposiciones. Siempre es mejor
preguntar y averiguar muy bien por el contexto, antes de llegar a conclusiones
rápidas. Cuando juzgamos una situación basados en supuestos cometemos la peor
injusticia de todas. Somos jueces implacables, los peores dictadores. Estamos
usando todos nuestros sesgos, nuestro pasado, nuestros valores para juzgar a
otras personas.
Detengámonos sobre este punto y miremos como
cambiaría la situación y como sería la empatía si tuviéramos más datos. Los
siguientes son algunos escenarios hipotéticos: Don José frecuentemente se
emborracha y pasa insultando fuertemente a la administradora del sitio; Don
José le pega a su mujer y su mujer trabaja en ese restaurante y la
administradora la estaba protegiendo. ¿Serian estas buenas razones para cambiar
su opinión?
Otro problema, aún más serio, en la escena de
Don José es la estética de la situación. Don José aparece como un hombre
humildemente vestido, aseado, de cara noble, que parece ganarse la vida tocando
canciones en su guitarra. De nuevo cambiemos la estética de la situación y
preguntémonos si la empatía perdura: Don José huele muy mal; Don José tiene un
aspecto físico desagradable; Don José entra sin camisa al establecimiento; Don
José es un hombre rico pero avaro. En todas ellas la discriminación habría sido la misma. ¿Serian estas buenas razones para cambiar su
opinión?
No conozco la situación más allá de un vídeo y no pretendo juzgarla, y ese es el punto de esta columna. No está bien ser jueces implacables de situaciones que desconocemos. La solidaridad instantánea es un sentimiento real, pero ese sentimiento no es la realidad. Las consecuencias inesperadas de toda la situación pueden ser muy complejas.
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