martes, 6 de octubre de 2015

Por fin

(El Mundo, octubre 8 de 2015)

Por fin. Estamos a pocas semanas de que se acabe la época de elecciones. Definitivamente la versión de democracia que tenemos en este país es realmente agotadora. Por varias razones, no veo la hora de que termine.

La época de elecciones es agresiva contra el ciudadano porque trae contaminación visual, auditiva y ambiental. En ciudades y campos por igual, cuanta pared, cuanto poste y cuanto espacio público se pueda usar (sea permitido o no) se llena de vallas, pendones y afiches con fotos de candidatos, logos de partidos, números en tarjetones, apellidos y slogans. La ironía es que todos los candidatos se quieren diferenciar y terminan haciendo lo mismo.
Junto a lo visual, se encuentra lo auditivo. Manifestaciones, campañas ambulantes, fiestas, etcétera nos inundan de un ruido que no hemos pedido y que no queremos oír.  Y para rematar, está el daño al medio ambiente, ¿cuánto papel innecesario se imprime y se tira a las calles?

Esta época de elecciones trajo un excesivo número de candidatos, lo que bajó la calidad promedio de los mismos. Debo reconocer que existen candidatos de quilates sin una agenda distinta que la de ayudar a sus conciudadanos, sacrificando su tiempo, su dinero y su tranquilidad presente y futura. Pero los demás son muchos y terminan metiendo más ruido que otra cosa. He contado hasta ocho para una de las tres principales ciudades del país.

A los candidatos que son políticos de profesión se les nota la agenda a leguas: apoderarse de los dineros públicos para enriquecerse o para seguir coleccionando puestos públicos. A otros se les nota demasiado la inexperiencia. Se pueden describir como joven soñador e ingenuo, que habla muy rápido, que está lleno de lugares comunes y frases de cajón recogidas de sus lecturas de prensa, y sin experiencia en la gestión de lo público. Y a otros se les nota demasiado que son títeres de alguien, son celebridades criollas que a punta de TV y medios ha logrado algo de reconocimiento y que movidos por un titiritero creen que pueden hacer algo en un mundo que desconocen.

Por fin se acaban las elecciones, no es ninguna fiesta electoral, en realidad es una época muy triste. Salen de sus cuevas y desfilan por nuestras narices los que luego serán condenados por corruptos, se pavonean, nos presentan soluciones de tres minutos a problemas que no entienden, que no les interesan, y nos hacen creer que estamos jugando un juego limpio, cuando en realidad el juego está arreglado.

Insistimos en un modelo agotado de democracia. A menos que probemos variaciones seguiremos como la famosa definición de locura “hacer siempre lo mismo y pretender resultados diferentes”. 

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