(El Mundo, octubre 22 de 2015)
Los
últimos 250 años trajeron el mejor desarrollo que los seres humanos hayan
podido vivir sobre todo en materia de salud. El gran escape. La expectativa de
vida al nacer jamás ha estado tan alta. El avance de la ciencia ayudó a los
humanos a entender que gran parte de lo que nos mataba estaba en nuestras manos
combatir: gérmenes, tabaquismo, alimentación saludable y en cantidades
adecuadas en los primeros años de la infancia, más ejercicio, etcétera.
Esa es
la buena noticia, la mala noticia es que el gran escape se dio en unos países y
en otros no. En los países ricos es donde se ven los mayores avances, en los
pobres no mucho. La solución parecería obvia, es una cuestión de dinero. Sí se
invierte más en los sistemas de salud de los países pobres, las brechas de
salud se cerraran. Pero las cosas no son tan fáciles. No, al menos para Angus
Deaton, el recientemente galardonado Premio Nobel de Economía 2015.
Según
este profesor, aunque el dinero sí puede comprar cosas que claramente se
necesitan, la razón fundamental de los desequilibrios está en la falta de
capacidad de los estados para prestar servicios de salud o para regular a los
prestadores privados.
El gran
escape, es el nombre del último libro de este autor, y en el sugiere que el
progreso observado en los últimos dos siglos por la humanidad es maravilloso,
pero que al mismo tiempo ha engendrado un mal terrible: la inequidad entre
países y al interior de los mismos. Y en buena medida la inequidad está dada
por cambios demográficos, donde los ricos cada vez se unen más entre ellos, y
los pobres cada vez más entre ellos.
Pero
hay otras amenazas al progreso alcanzado según el premio Nobel. El cambio
climático es la primera, y no existe una solución de política obvia y aceptable
por todos. Las guerras y la inestabilidad política es la segunda. Los
fundamentalismos ideológicos, que en muchas ocasiones atacan o detienen el
progreso de la ciencia son la tercera. La cuarta es el aparente freno de la
tasa de crecimiento económico mundial, que traen consigo el debilitamiento de
la democracia y el incremento de la inequidad.
No
obstante Deaton se proclama medianamente optimista. El mundo en desarrollo
sigue creciendo y tiene la oportunidad de alcanzar al desarrollado en menos
tiempo. La ciencia seguirá avanzando y encontrando curas para las enfermedades
que hoy nos matan. La gente es cada vez más educada.
El gran escape ya se dio en los países desarrollados, ahora le toca a los países subdesarrollados. Según Deaton el subdesarrollo es un problema político, no de ingeniería ni de plata. Una razón más para elegir bien este domingo.
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