(El Mundo, Enero 3 de 2014)
La seguridad urbana es el problema número uno del país según todas
las encuestas. Y, desafortunadamente el grupo de edad donde se
encuentran concentrado el mayor numero de victimarios ladrones y
asesinos, es en los jóvenes.
El investigador John Roman, del centro de pensamiento
estadounidense Urban Institute en la ciudad de Washington, DC compiló
una lista de políticas que aparentemente son contraintuitivas, pero cuya
efectividad se ha logrado comprobar a partir de rigurosos estudios
estadísticos. Veamos.
Las cárceles de jóvenes pueden ser verdaderas escuelas del
crimen. Una mejor política es buscar castigos que mantengan alejados a
los jóvenes de estos sitios. Por ejemplo castigos que involucren trabajo
para la comunidad o políticas de seguimiento de cerca a jóvenes en sus
comunidades.
Asumir que todo habitante joven de barrio con altos niveles de
violencia es un criminal es errado. Acosar a los habitantes de estos
barrios deteriora la capacidad de acción de los organismos de control
criminal. Es mejor política integrar a las fuerzas que combaten la
delincuencia con la comunidad.
Hay que tomar de manera muy seria el matoneo en las escuelas y
colegios. Muchos jóvenes delincuentes fueron víctimas o victimarios de
esta terrible practica. La deserción escolar es fruto en buena parte del
matoneo, y a esta le siguen un sinnúmero de consecuencias negativas.
Los robos a casas y apartamentos son tomados como un delito menor
y al que pocos recursos policivos se dedican. Esto puede ser un error
porque las evidencias indican que la mayoría de los individuos o bandas
que cometen estos delitos son mezclas de criminales de larga trayectoria
con jóvenes. Perseguir y capturar estas bandas puede evitar homicidios
futuros.
Expandir las bases de datos de DNA ha mostrado ser una política
efectiva para capturar más individuos que antes solían pasar agachados
por no ajustarse al estereotipo de criminal.
De igual forma, la segregación de barrios y comunidades enteras
es perversa. La llegada de inversión publica y privada debe incentivarse
porque esta trae seguridad. La inseguridad no es una propiedad de las
personas o de los barrios, es mas parecida a una infección, que al
tratarse con los medicamentos adecuados, puede ser erradicada.
Finalmente, esta la política de promover los “interruptores” de
la violencia. Estos “interruptores” son exmiembros de bandas criminales
que conocen de cerca de los integrantes de otras bandas y pueden servir
de intermediarios para evitar retaliaciones.
Ahora que el desempleo disminuye, los problemas de seguridad
urbanos serán la principal razón de preocupación de los colombianos.
Ojala las autoridades traten nuevas formas de lucha, como las enumeradas
anteriormente, porque las actuales muestran una efectividad baja.
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