(La Patria, Abril 4 de 2011; El Mundo, Abril 6 de 2011)
El Indice de Desarrollo Humano (IDH), inventado por el economista Pakistaní Mahbub ul Haq es después del PIB, la estadística de referencia más utilizada para comparar niveles de desarrollo entre países. La idea surgió en los setentas y la primera publicación fue en 1990. La idea central de este índice es resumir en un solo número tres dimensiones del desarrollo humano: salud, educación y condiciones de vida. La salud es medida a través de expectativa de vida, la educación a través de los años de escolaridad logrados y esperados, y finalmente las condiciones de vida a través del ingreso por habitante.
La simplicidad del mismo ofrece bondades y limitaciones. Las bondades radican en la facilidad que este ofrece para comparar la evolución, en el tiempo, de las tres dimensiones mencionadas, y también como instrumento de comparación con otros países. En términos de limitaciones, la más importante es la incapacidad que este tiene para desenmascarar disparidades entre los habitantes de los países o localidades geográficas a las que se refiere. Este índice ha sido calculado intermitentemente en Colombia para algunas regiones y ciudades
El Proyecto de Desarrollo Humano de Norteamérica, una iniciativa del Consejo de Investigación en Ciencias Sociales (financiado por dos fundaciones privadas), se dio a la tarea de adaptar el concepto del IDH a la información existente a nivel local en EEUU, con el objetivo de investigar disparidades en desarrollo humano al interior de este país. Los resultados son muy dicientes.
Por ejemplo, el estudio encontró que los estadounidenses de origen asiático disfrutan de una esperanza de vida de 87,3 años, y los afroamericanos, de 74.3 años, una brecha de 13 años. Otro resultado muestra que un niño blanco nacido hoy en Washington, DC puede esperar vivir, en promedio, 83,1 años, 4 años más que la media nacional. Un bebé afroamericano en la misma ciudad tiene una esperanza de vida de solo 71 años, esto es, un atraso promedio de cuatro décadas. En Dakota del Sur, Oklahoma, Montana, Minnesota, Alaska, y Michigan, los nativos americanos pueden esperar vivir sólo hasta los años sesenta, esto es, un atraso promedio de sesenta años.
Este ejercicio estadístico sugiere claramente que el desarrollo no conoce de fronteras, la clasificación de países según niveles de desarrollo es inútil cuando de desarrollo humano se trata. El desarrollo o el subdesarrollo humano son una cuestión local, casi individual. Vivir en un país “desarrollado” no significa desarrollo para todos, al igual que vivir en un país subdesarrollado no significa “subdesarrollo para todos”.
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