(La Patria, Marzo 14 de 2011; El Mundo, Marzo 23 de 2011)
Una mirada histórica a la última década de estadísticas del mercado laboral en Colombia revela cifras de desempleo que se han mantenido persistentemente por encima del diez por ciento. Y esto, a pesar de tasas de crecimiento económico muy buenas. Ni hablar de las cifras de informalidad o de subempleo. Los economistas colombianos culpan principalmente a los altos costos de despido y de contratación vigentes en la legislación.
La crisis económica de los EEUU ha demostrado que esta combinación de altas tasas de desempleo con crecimiento económico positivo no es exclusiva de economías en desarrollo. En efecto, mientras que uno de cada diez trabajadores norteamericanos no consiguen trabajo, las ganancias del sector privado, principalmente los bancos, registran niveles record. Mientras que cerca del cuarenta por ciento de los trabajadores despedidos lleva más de seis meses sin conseguir empleo, los salarios en el sector privado están subiendo. Y aunque la recesión económica termino en Junio de 2009, el número de trabajadores aplicando por seguro de desempleo no regresa a los niveles vistos antes de la recesión.
Estas circunstancias están llevando a algunos académicos a reconsiderar las teorías de desempleo, tradicionalmente enfocadas en salarios rígidos a la baja, falta de demanda, y altos costos de contratación y despido. Por ejemplo, en una reciente columna en la revista Foreign Affairs, los profesores Cowen y Lemke sugieren la existencia de trabajadores cuya productividad marginal es cero. Es decir cuyo aporte al producto de una compañía es nulo.
De acuerdo con la teoría, las bonanzas económicas tienden a inflar las expectativas de los empresarios y por ende aumentan el empleo. Muchos de estos trabajos y trabajadores no son esencialmente útiles y los empleadores no se toman la molestia de averiguar quiénes son. Erradicar a los trabajadores menos productivos toma tiempo y crea problemas en el ambiente laboral innecesarios en una economía boyante. Así, las empresas simplemente dejan la tarea para después.
El después ocurre cuando llega una recesión, y las empresas se dan a la tarea de recortar costos a como dé lugar, manteniendo la producción en la medida de lo posible intacta. Cuando esto sucede emerge una triste realidad: existe un segmento de la población cuyo valor agregado es cero, o si no cero, al menos si menor que el costo de tenerlos en la nómina.
La lección que deja la experiencia norteamericana, donde los mercados laborales son mucho más flexibles, es que el problema de fondo detrás del persistente desempleo de un segmento de la población, no es inflexibilidad en el mercado laboral, es de un sistema educativo que se permite a sí mismo entregar a la sociedad trabajadores con productividad cero.
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