(EL Mundo, Diciembre 8 de 2009)
Hace tres años, un par de profesores de la facultad de economía de la Universidad de Tennessee (Davis y Figgins), se embarcaron en una investigación sui generéis. La pregunta que querían responder era: Creen los economistas norteamericanos que la democracia de los EEUU realmente funciona? Para responderla, los investigadores enviaron una encuesta por correo a mil economistas, seleccionados aleatoriamente de la lista de miembros de la Asociación de Economía Americana, la más prestigiosa del mundo. La tasa de respuesta fue de aproximadamente un treinta por ciento.
Aquellos que respondieron fueron en su mayoría hombres y profesores de tiempo completo. La mitad tenía más de 25 años de experiencia profesional. En términos de afiliación política, la mayoría era demócrata (el partido de Obama) o independiente. Pocos se identificaron como republicanos (el partido de Bush). Las preguntas se diseñaron a manera de proposiciones, con respuestas en una escala de 1 a 5, siendo 1 “Totalmente en desacuerdo” y 5 “Totalmente de acuerdo”. Los resultados, aun sin ser totalmente científicos, son sugestivos. Veamos algunos.
Ante la proposición que afirmaba que en ese país los grupos de lobby tienen un impacto no despreciable en la formulación de política pública, los encuestados estuvieron altamente de acuerdo. De igual forma, la proposición según la cual los funcionarios públicos elegidos por votación popular usaban los medios de comunicación para promover puntos de vista políticos más que para comunicar los hechos de manera no sesgada, recibió alta aprobación. Otro punto de convergencia fue la proposición según la cual la mayor prioridad de un individuo elegido por votación popular era ser reelegido.
En términos de sustento para la toma de decisiones, estos economistas opinaron que las decisiones en EEUU están típicamente basadas en conveniencia política más que en evidencia científica. De manera similar, la proposición según la cual los oficiales elegidos por voto popular hacen promesas de campaña que luego no pueden o no están dispuestos a honrar, también recibió alta aprobación.
Quizá la más interesante de todas las respuestas fue la dada ante la proposición que preguntaba si consideraban que una ley típica, aprobada por el congreso norteamericano, generaba beneficios sociales netos positivos para su sociedad. La respuesta más frecuente fue: “En Desacuerdo”.
Davis y Figgins, concluyen con la siguiente definición de la política en EEUU: un lugar donde los grupos de interés ejercen influencia sobre los políticos, quienes usan un discurso público bien creativo dirigido a votantes ignorantes o poco versados en temas económicos con el fin de ser reelegidos, y donde las eventuales consecuencias de las políticas públicas frecuentemente no traen beneficios sociales, excepto para los grupos de interés que las promueven.
Interesante entonces leer el escepticismos de los economistas respecto al supuesto primer producto de exportación de EEUU. Pensaran lo mismo los nuestros? Me inclino a pensar que si.
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