(El Mundo, diciembre 15 de 2016)
La semana pasada el parlamento de Corea del Sur destituyó a la
presidenta Park Geun-hye de su cargo por delitos de corrupción. Este
desafortunado hecho no debe opacar la extraordinaria trayectoria de este
país y las muchas lecciones que tiene para el mundo.
Los latinoamericanos estamos acostumbrados a mirar hacia los
Estados Unidos como país ejemplo. Comparamos a nuestras instituciones,
infraestructura, y empresas con las norteamericanas. Pero ahora con la
llegada del señor Trump a la presidencia de ese país las cosas van a
cambiar, las instituciones que conocemos pueden ser destruidas y por
esto necesitamos nuevos referentes. Especialmente aquellos países que
conserven un modelo económico orientado hacia los mercados.
Si miramos hacia Europa, están Alemania, Inglaterra y Francia. Si
miramos hacia Escandinavia estarían Noruega, Suecia y Finlandia. Si
miramos hacia Oceanía estaría Australia. Y finalmente si miramos hacía
el Asia estaría Corea del Sur.
En la década de los cincuentas Corea del Sur salió de una guerra
que lo dejó en la ruina. Hoy es el país número 17 en desarrollo humano
del mundo, con una expectativa de vida de 82 años, una escolaridad
promedio de 12 años y un ingreso per capita de 34 mil dólares.
El sistema de salud de este país es uno de los más avanzados del
mundo. Tiene cobertura universal, con un gasto total que alcanza apenas
el 7.2% del PIB (lo mismo que Colombia). El sistema de información en
salud de este país es altamente sofisticado. Esta desarrollado para:
detectar epidemias de manera temprana; detectar fraude; evitar el uso
potencialmente dañino de medicamentos; y, calificar y remunerar o
castigar a los prestadores de salud de acuerdo a la calidad de sus
servicios.
La infraestructura de comunicaciones y de transporte masivo del
país es simplemente impresionante. En educación, también son lideres.
Por ejemplo, en las pruebas Pisa 2015 Corea del Sur es el país numero 11
del mundo es ciencias, el numero 7 en lectura y el número 7 en
matemáticas.
Los países orientales tienen mucho que enseñarnos, y lo más
irónico de todo es que además tienen toda la disposición para hacerlo.
El problema es de nuestra cultura americanizada y de una dirigencia que
no se fija más allá de las narices o del vecindario. Mucho ganaríamos si
sobrepasamos los limites culturales y geográficos y nos acercamos más a
los ejemplos que llegan desde el lejano oriente.
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