(El Mundo, 13 de Febrero de 2014)
Existen cosas que el dinero no puede comprar, como también cosas que el dinero mancha y degrada, razón por la cual, los promotores de las soluciones de mercado a ultranza deben valorar el daño que provocan en el tejido social. Esta es la tesis que defiende Michael Sandel, un filósofo, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard, que visito Colombia la semana pasada. Primero en la Universidad de Los Andes y luego en el Hay festival de Cartagena.
Existen cosas que el dinero no puede comprar, como también cosas que el dinero mancha y degrada, razón por la cual, los promotores de las soluciones de mercado a ultranza deben valorar el daño que provocan en el tejido social. Esta es la tesis que defiende Michael Sandel, un filósofo, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard, que visito Colombia la semana pasada. Primero en la Universidad de Los Andes y luego en el Hay festival de Cartagena.
Sandel es
famoso por varias cosas: es el profesor más taquillero de Harvard, dos libros
(“Justicia” y “Lo que el dinero no puede comprar”) y por liderar una cruzada
mundial en contra de la intromisión de la lógica mercantilista del mercado en
áreas donde no debe estar. Los ejemplos que da en sus conferencias y libros son
verdaderos retos éticos. Para un economista toda transacción que genera
ganancias para cada una de las partes en cuestión es deseable, eficiente y debe
promoverse.
Siguiendo
esta lógica, Sandel plantea retos como los siguientes: ¿deberían pagar los
padres a sus hijos por sacar buenas notas, o por acciones que van en su
beneficio como leer un buen libro?; ¿Debería admitir una universidad a un
estudiante que no pase el corte de admisión, pero cuyos padres ofrecen una
jugosa donación a la Universidad para becar estudiantes pobres?; ¿Deberían los
médicos (o en general, los profesionales de la salud) dar citas preferenciales
a aquellos que pueden pagar más por la cita, y con ese dinero liberar tiempo
para atender otros pacientes gratis más tarde en el mes?; ¿Deberían crearse
carriles especiales para que solo transiten aquellos vehículos que puedan pagar
peajes muy caros, y con ese dinero tapar huecos?; ¿Deberían venderse celdas más
cómodas para aquellos que puedan pagarlas, y con ese dinero construir cárceles
más seguras?.
Para cada
una de estas preguntas, la respuesta que la teoría económica daría es un
rotundo sí. Ninguna es ilegal, las dos partes ganan, los beneficios sociales sobrepasan
los costos. Sandel, sin embargo sugiere que la respuesta no solo debe pasar por
un tamiz económico sino que indefectiblemente deben pasar por un tamiz moral.
Puede que ofrecer dinero a un hijo para incentivarlo a estudiar logre el
objetivo, pero a la vez está degradando el valor (de no mercado) del esfuerzo propio
y de la motivación intrínseca a superarse. O, en el caso de la Universidad
degradar el mérito académico, o en el caso del médico degradar su juramento
hipócratico. En los otros casos (la cárcel y la autopista), puede que no se
esté degradando un valor, pero si se está rompiendo el principio de equidad.
La cruzada de Sandel no es otra que llamar la atención sobre los límites de la lógica de mercado en la sociedad. Una sociedad que compra y vende todo, corre el riesgo de degradar valores que luego no podrá volver a recuperar. Hay una lección también para la política pública y los economistas: los problemas económicos no son solo económicos, también pueden ser morales. Haber desconocido esta realidad, esta seguramente en la base de los problemas sociales que hoy nos aquejan.
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