(El Mundo, Octubre 13 de 2012; La Patria, Octubre 18, 2012)
Aunque parezca mentira, en el mundo académico la complejidad es sinónimo de pereza mental. Las teorías más elegantes y más respetadas son aquellas que explican mucho con pocos elementos. Para que una nueva teoría se habrá paso, esta tiene que explicar mas y debe seguir regida por el principio de simplicidad. Algo similar debería ocurrir con las políticas públicas.
Aunque parezca mentira, en el mundo académico la complejidad es sinónimo de pereza mental. Las teorías más elegantes y más respetadas son aquellas que explican mucho con pocos elementos. Para que una nueva teoría se habrá paso, esta tiene que explicar mas y debe seguir regida por el principio de simplicidad. Algo similar debería ocurrir con las políticas públicas.
El segundo tiempo del gobierno
Santos viene con una serie de propuestas de reforma a algunas de las reglas de
juego en el ámbito económico. Las dos propuestas de las que mas información
tenemos son: la reforma tributaria y la eliminación de los tres ceros al peso
colombiano. Según el ministro de Hacienda, la reforma tributaria no busca
aumentar el recaudo (algo que se logro a punta de buena gerencia en la DIAN y
no de mas leyes), sino simplificar el código tributario. De igual forma, la
eliminación de los tres ceros busca simplificar los sistemas contables, y de
paso darle un empujoncito al control de la inflación. La palabra clave en estas
dos reformas es simplificar, a mi juicio un paso en la dirección adecuada.
Se me ocurren tres argumentos
para defender la simplificación como un principio fundamental en el diseño y
reforma a la política económica y social. Simplificar es una buena medida
anticorrupción. Bien se dice que el diablo esta en los detalles. En días
pasados el columnista Luis Kleyn afirmaba
que el Estatuto Tributario Colombiano tiene 6 libros, 881 Artículos con 136
disposiciones complementarias. Bastaría una mirada a este código para encontrar
exenciones y beneficios que tienen nombre propio.
Esta es la corrupción de
corbata, lograda por grupos de presión y de lobby, y disfrazada con el eufemismo de “incentivo tributario”. Eliminar
los “incentivos tributarios” del código y mas bien convertirlos en giros
directos condicionados a recaudos aumentaría enormemente la transparencia.
Simplificar aumenta la
eficiencia. Navegar sistemas y reglas de juego complejas implica gastar
importantes cantidades de tiempo, dinero y otros recursos, que bien podrían
estar siendo usados en otras actividades. Además, la complejidad facilita las
cosas para los timadores de incautos. Simplificar podría ayudar a destruir esa
cultura perversa que cunde en el país según la cual “hecha la ley hecha la
trampa”.
Simplificar nos hace mas iguales. Reglas simples son más fáciles de comunicar masivamente y por medios al alcance de todos como la radio y la televisión, haciéndonos a todos los miembros de la sociedad mas iguales. También son más fáciles de entender para aquellos cuyo deber es hacerlas cumplir. Estoy seguro que usted tendrá otros y mejores argumentos. En un país difícil de navegar como el nuestro, bien vale la pena apostarle al principio de simplificar como un criterio a la hora de diseñar política publica.
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