(La Patria, Seccion Negocios, 9 de Junio 2008)
Cuando artistas multimillonarios se unen a causas sociales, es difícil interpretar la verdad detrás de los hechos. Para los críticos, la “pose” social de los artistas es una mera estrategia publicitaria. Para los optimistas, los artistas son el mejor vehículo para generar conciencia social respecto de temas sociales complicados como la pobreza, el medio ambiente y el SIDA.
La utilización de cantantes y otros personajes famosos, actores y deportistas particularmente, por parte de organizaciones internacionales como Naciones Unidas no es nueva. Así como tampoco lo son las fundaciones que llevan sus nombres o las campañas “sociales” de empresas privadas, en las cuales los consumidores pagan un sobreprecio que luego será donado a causas sociales.
Lo que si parece nuevo es la alianza de la Banca Multilateral y la farándula. Juanes, Shakira, Ricky Martin, Juan Luis Guerra, Alejandro Sanz y Luis Alberto Moreno (el Presidente del BID) lanzaron la campaña “Yo Amo América” en la pasada Asamblea de Gobernadores del BID. La campaña esta dirigida a impulsar programas públicos de atención integral temprana para los recién nacidos de escasos recursos en los países latinoamericanos.
La Fundación ALAS a la que pertenecen estos artistas y otros famosos latinoamericanos, nació sobre la base del trabajo académico, serio e informado de un grupo de expertos reunidos en lo que se denominó la Mesa Redonda de San José. El panel de expertos trató y evaluó, durante tres días seguidos en octubre de 2007, los diez desafíos y las diversas soluciones y oportunidades presentadas para resolverlos. Al final del ejercicio los expertos clasificaron las soluciones y oportunidades balanceando sus correspondientes costos y beneficios sociales y monetarios. La política ganadora, es decir aquella que rinde los mayores beneficios sociales al menor costo financiero fue la de “Desarrollo Infantil Temprano”.
Esperemos que esta nueva alianza logre sus propósitos. Siempre he creído que lo mejor que tienen las multilaterales, su capital humano y su capacidad de generar conocimiento, es lo que menos exportan. Si no como lo afirma la critica hecha por Alejandro Gaviria quizás estemos presenciando “un punto de inflexión en la historia de las multilaterales, una aceptación implícita de que su papel es más simbólico que real, de que su labor consiste en mantener, como dijo Albert Hirschman, un sesgo por la esperanza después del derrumbe de las utopías del desarrollo”.
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