domingo, 14 de octubre de 2007

El microcredito no saca de la pobreza

(Columna de opinión publicada en el diario La Patria (Manizales, Colombia). Sección Negocios. 24 de Septiembre de 2007)


En ocasiones, los científicos sociales tienen la antipática tarea de mostrar que no todo lo que brilla es oro. Ese parece ser el caso del impacto de las iniciativas de microcrédito sobre la reducción de la pobreza. En efecto, a pesar de que esta “industria” mueve a nivel mundial más de 30 billones de dólares al año y tiene más de 56 millones de “clientes” activos, a la fecha no existe un estudio que demuestre su efectividad como herramienta de combate contra la pobreza. Así lo afirman los investigadores del Laboratorio de Acciones contra la Pobreza del MIT (www.povertyactionlab.com).

Y no es que la idea sea mala, o que esté basada en un principio económico errado, lo que sucede es que el problema de la pobreza es altamente complejo y por ende es ingenuo suponer que diminutas dosis de dinero abrirán el camino para salir de ella.

Es cierto que los pobres son un segmento de la población no atendida por el sistema financiero y que por ende su acceso a capital es restringido. Pero no se debe olvidar que los no pobres han invertido y continúan invirtiendo cuantiosas sumas de dinero y de tiempo en su salud y educación.

Además de lo anterior, los académicos han encontrado otros factores que explican porque estas iniciativas pueden fallar. En primer lugar, las habilidades empresariales no están distribuidas equitativamente entre los seres humanos, y por ende no hay razón para pensar que todos los pobres son empresarios potenciales, o que van a tomar decisiones empresariales acertadas.

Segundo, la inyección de dinero en ausencia de otros mercados como el laboral o el de seguros puede inducir comportamientos no deseados como el aumento de horas de ocio en los hombres, o el aumento de las horas de trabajo infantil, lo que a su vez puede generar bajo rendimiento escolar o incluso abandono del sistema educativo. En tercer lugar, la producción por sí misma no produce demanda.

Otros estudios alertan sobre la posibilidad de “captura” de estos programas por parte de las estructuras de poder reinantes a nivel local o en incluso comunitario. Es ingenuo pensar que los líderes locales no intenten apoderarse de este dinero para favorecer sus propios intereses.

En quinto lugar, la inexperiencia crediticia puede conllevar a problemas de sobre endeudamiento. Finalmente, limitantes culturales y de idiosincracia, tales como los roles de cada miembro en el hogar, influyen en la asignación de recursos no siempre llevando a decisiones óptimas de producción y consumo.

En conclusión, existe aún un fuerte vacío de conocimiento a nivel mundial respecto del verdadero impacto de los programas de microcrédito en sus beneficiarios. Los resultados más positivos indican una reducción en la volatilidad del consumo, más no un aumento significativo del mismo. Razón por la cual es justo y honesto advertir que no se debe esperar demasiado de este tipo de iniciativas, así como nadie puede esperar curarse de un cáncer tomando gotas.

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