lunes, 24 de agosto de 2015

Política y políticas públicas

(El Mundo, Agosto 27 de 2015

Una anécdota relatada por el famoso antropólogo Alan Macfarlane en su libro “La invención del mundo moderno” nos recuerda cómo las palabras marcan a las sociedades y viceversa.

En la mitad del siglo diecinueve el filósofo japonés Fukusawa Yukichi se encontraba traduciendo un tratado sobre capitalismo occidental al japonés y encontró que la palabra “competencia” no tenía equivalente.  En un lenguaje conceptual como el japonés, al filósofo no lo quedó otro remedio que unir los dos conceptos que mas le parecieron describían el sentido de competencia: carrera y pelea. Cuando Yukichi presento su traducción a los oficiales del gobierno, estos le pidieron cambiar la palabra “pelea” porque chocaba contra la cultura pacifista del país. El filósofo se negó. Su experiencia en el mundo occidental (el Reino Unido) le enseño que no existía otra combinación de palabras que fuera tan fiel al concepto original.

Existen algunos ejemplos en el español, uno de los cuales viene como anillo al dedo en época electoral. En el inglés existen las palabras “policy” y “politics”. La palabra “Policy” se define como la prudencia o sabiduría en la gestión de asuntos. En su segunda acepción se refiere a un método o plan de acción seleccionado entre diferentes alternativas y a la luz de ciertas condiciones para guiar y determinar decisiones presentes y futuras. Mientras que la palabra “politics” se refiere al arte o la ciencia del gobierno. Y también al arte o ciencia relacionado con ganar y mantener control sobre el gobierno.

En español, estos dos conceptos se reúnen y confunden tristemente en el termino política, que según las dos primeras acepciones del diccionario de la Real Academia Española  denotan lo “Perteneciente o relativo a la doctrina política” y lo “Perteneciente o relativo a la actividad política”. Razón por la cual siempre identificamos la política y a los políticos con la actividad de hacerse elegir.

Afortunadamente para resolver este problema del castellano cada vez gana mas espacio en el lenguaje hablado y escrito el concepto de “política publica”, también importado del inglés “public policy” y que denota las reglas de juego y las acciones a implementar por un gobierno con el fin de obtener el mejor beneficio para la sociedad en un tema determinado.


Es tarea de todos diferenciar la “política” de la “política pública”, pues a veces la falta de palabras precisas nos lleva a confundir conceptos que no deben confundirse.

lunes, 10 de agosto de 2015

El límite moral de los candidatos

(El Mundo, Agosto 13 de 2015)

En Colombia, tenemos candidatos y políticos de todas las calañas. No importando el género, los hay intachables y también extremadamente sucios. Pero hay una especie de pacto secreto entre todos, un límite, que ni siquiera los más sucios han cruzado: atacar a otros por sus “pecados” morales.

En los Estados Unidos, en época de elecciones, esto es el pan de cada día. Los escándalos más típicos son: citas con prostitutas, fotos íntimas con quien no se debe, y la existencia de amantes e hijos naturales. Cada escándalo es claramente provocado con fines políticos, es decir, usando lo moral como pretexto, el objetivo es obligar al contrincante a retirarse o al menos golpear fuertemente su voto de opinión.

En Colombia no sucede. Las debilidades morales de los candidatos a puestos de elección popular o incluso aquellos posesionados no es un arma de ataque político. ¿Por qué? Se me ocurren algunas hipótesis.

La primera es que estos escándalos no venden en los medios colombianos. Pero no suena muy convincente. En Colombia hay prensa amarilla, y grandes espacios informativos dedicados a los chismes y vida de los famosos.

Una segunda hipótesis seria que al votante colombiano no le importan esos moralismos de iglesia. Pero tal explicación tampoco es muy convincente, la inclusión en el discurso político y el seguimiento mediático de otros temas evidentemente morales y religiosos como el matrimonio gay, el aborto, y recientemente la eutanasia, así lo demuestran.

Una tercera hipótesis seria que no sucede porque todos tienen rabo de paja. Pero tampoco parece posible. No sólo porque deben haber algunos que no tengan nada que temer, sino porque hay candidatos muy sucios para los que el fin de llegar al poder justificaría todos los medios.

Una cuarta hipótesis, un poco más macabra, es el temor de algunos candidatos a las represalias, siguiendo la dura ley de la calle según la cual los “sapos mueren aplastados”.

La última hipótesis es que en este país hay armas de ataque más importantes que los líos de faldas para tumbar un contrincante. De lo que sí se acusan los políticos todo el tiempo y a lo que más eco hacen los medios es a vínculos con grupos al margen de la ley y con actos de corrupción del pasado. Lo curioso, como bien sabemos, es que esto poco o nada sirve para eliminar al contrario. Primero, porque muchas de estas denuncias se quedan en eternas investigaciones. Y segundo, porque al que vende su voto esto poco le importa.

Interesante pues esta característica de la forma de hacer política en Colombia. Ya veremos sí algún día se rompe el pacto y sí da o no resultados.