martes, 26 de abril de 2011

El NO de Islandia

(El Mundo, Abril 28 de 2011; La Patria, Mayo 2 de 2011)

En este mundo de tecnócratas, son contadas las ocasiones en las que una decisión económica, de carácter nacional, es tomada por los ciudadanos. Islandia se ha convertido en el más reciente laboratorio económico en esta materia. Y a juzgar por los resultados la contradicción entre lo que haría un tecnócrata y lo que harían los verdaderos dolientes es evidente.

Antes de contar la historia vale la pena tener en cuenta que Islandia tiene un nivel económico per capita (PIB) superior al de USA (en 2009) e indicadores sociales como expectativa de vida y educación por encima del promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el club de los países más ricos y desarrollados del mundo.

La historia es así. Durante el boom económico de la década del 2000, el sector financiero de Islandia fue uno de los más atractivos para inversionistas internacionales, entre ellos los británicos y los holandeses. Cuando la crisis financiera de 2008 estalló, el sistema financiero de Islandia colapsó, llevando a la bancarrota a muchos de sus bancos.

Las autoridades económicas británicas y holandesas salieron al rescate de sus inversionistas nacionales, girando recursos del erario público para cubrir las pérdidas ocasionadas por la bancarrota en Islandia. Luego, como es obvio, decidieron pasarle la factura a los Islandeses. Los tecnócratas de ambos países se reunieron y acordaron el siguiente trato: el gobierno de Islandia pondría a la venta los activos de los bancos quebrados y cubriría el resto con recursos públicos. Una ley fue redactada y aprobada por el congreso, cuando todo parecía definido, en un acto inesperado, el presidente de Islandia se negó a firmar. El presidente Ólafur Ragnar Grímsson decidió someter a referendo popular una decisión que podría costarle a sus ciudadanos miles de dólares per capita.

Los argumentos a favor del SI (repagar) eran puramente tecnocráticos y basados en el miedo a las repercusiones macroeconómicas. En esencia, la consecuencia de no repagar seria obtener el grado más bajo de calificación de deuda soberana, lo que haría simplemente imposible para el gobierno conseguir dinero prestado en el exterior.

Los argumentos a favor del NO eran puramente microeconómicos, o individualistas: “porque tengo que pagar con mis impuestos por errores que no cometí”, “los errores fueron de los banqueros y de los inversionistas, no míos”.

Los islandeses fueron dos veces a las urnas, una en Marzo y una en Abril. En las dos ocasiones el NO gano por mayoría. La gran lección del NO de Islandia es la consistencia del voto del ciudadano promedio con respecto a la esencia microeconómica del capitalismo, cada uno paga por los errores que comete.

Castigaran los mercados financieros a Islandia? Lo dudo. Los mercados no tienen memoria, la sed de ganancias financieras no tiene memoria. Y la lección para los tecnócratas? Antes de imponer deudas innecesarias a sus ciudadanos, consúltelos, finalmente son ellos los que pagaran los costos y beneficios de la política económica.

viernes, 1 de abril de 2011

Desarrollo y subdesarrollo: una cuestión local

(La Patria, Abril 4 de 2011; El Mundo, Abril 6 de 2011)

El Indice de Desarrollo Humano (IDH), inventado por el economista Pakistaní Mahbub ul Haq es después del PIB, la estadística de referencia más utilizada para comparar niveles de desarrollo entre países. La idea surgió en los setentas y la primera publicación fue en 1990. La idea central de este índice es resumir en un solo número tres dimensiones del desarrollo humano: salud, educación y condiciones de vida. La salud es medida a través de expectativa de vida, la educación a través de los años de escolaridad logrados y esperados, y finalmente las condiciones de vida a través del ingreso por habitante.

La simplicidad del mismo ofrece bondades y limitaciones. Las bondades radican en la facilidad que este ofrece para comparar la evolución, en el tiempo, de las tres dimensiones mencionadas, y también como instrumento de comparación con otros países. En términos de limitaciones, la más importante es la incapacidad que este tiene para desenmascarar disparidades entre los habitantes de los países o localidades geográficas a las que se refiere. Este índice ha sido calculado intermitentemente en Colombia para algunas regiones y ciudades

El Proyecto de Desarrollo Humano de Norteamérica, una iniciativa del Consejo de Investigación en Ciencias Sociales (financiado por dos fundaciones privadas), se dio a la tarea de adaptar el concepto del IDH a la información existente a nivel local en EEUU, con el objetivo de investigar disparidades en desarrollo humano al interior de este país. Los resultados son muy dicientes.

Por ejemplo, el estudio encontró que los estadounidenses de origen asiático disfrutan de una esperanza de vida de 87,3 años, y los afroamericanos, de 74.3 años, una brecha de 13 años. Otro resultado muestra que un niño blanco nacido hoy en Washington, DC puede esperar vivir, en promedio, 83,1 años, 4 años más que la media nacional. Un bebé afroamericano en la misma ciudad tiene una esperanza de vida de solo 71 años, esto es, un atraso promedio de cuatro décadas. En Dakota del Sur, Oklahoma, Montana, Minnesota, Alaska, y Michigan, los nativos americanos pueden esperar vivir sólo hasta los años sesenta, esto es, un atraso promedio de sesenta años.

Este ejercicio estadístico sugiere claramente que el desarrollo no conoce de fronteras, la clasificación de países según niveles de desarrollo es inútil cuando de desarrollo humano se trata. El desarrollo o el subdesarrollo humano son una cuestión local, casi individual. Vivir en un país “desarrollado” no significa desarrollo para todos, al igual que vivir en un país subdesarrollado no significa “subdesarrollo para todos”.