martes, 24 de enero de 2017

Contratación Pública 2.0

(El Mundo, 26 de enero de 2017)

Sí el pasado colombiano es algún indicativo del presente y el futuro, no es difícil predecir que ni siquiera el caso Odebrecht va a cambiar la corrupción del país, sino hacemos algo que sea radicalmente distinto.

En Colombia pagamos todo más caro gracias a la corrupción. La reforma tributaria que nos regala cada par de años el Ministro de Hacienda de turno es fruto en parte de este problema. El diagnóstico esta claro. Existe una bolsa jugosa de muchos billones de pesos a la que acceden los corruptos vía contratación pública. La inversión pública esta en manos de los hombres y mujeres elegidos popularmente. De forma que los corruptos garantizan su acceso a la bolsa ganando las elecciones en cuerpo ajeno.

En el país ya hemos tenido escándalos de corrupción y ¿qué ha pasado?, no mucho. La justicia ha tomado años en proceder por que es fácil de dilatar, o en el peor de los casos de comprar. Al final se encarcelan uno o dos personajes que estuvieron de malas y los verdaderos zares se salvan. Esta vez no será diferente.

La solución de fondo es una clase política no corrupta, pero tenemos que cambiar la cultura del país y eso tardara años en cristalizarse. Necesitamos hacer algo ya y no precisamente haciendo cambios marginales al status quo.

Es necesario hacer un alto en el camino, suspender el sistema actual de ejecución de la contratación pública, reemplazarlo por un método alternativo transitorio, sujeto de altísimo escrutinio público y manejado de manera gremial y no individual. Mejor dicho hay que esconderles la plata a los políticos corruptos, y pasarla temporalmente a organizaciones de altísima respetabilidad, que se comprometan con los más altos estándares de transparencia y que les duela el país, pero sobre todo su reputación.

Sería, por ejemplo, ideal que el famoso programa de alimentación escolar (PAE) del Ministerio de Educación fuera entregado a una fundación grande, ojala de esas que tienen el nombre de la empresa detrás (Fundación Éxito, por poner un ejemplo) y a la que le interesen genuinamente los niños. Que mejor que un programa de estos fuera manejado por unos empresarios serios, con gran experticia en logística y con un bolsillo que pueda responder ante las contingencias del programa, y que por lo demás podrían apalancar más recursos. Estoy seguro que muchos donarían felices más dinero al PAE sí se conoce la seriedad del que lo opera.


Así podríamos buscar otros ejemplos. En últimas lo que quiero decir es que la solución a la corrupción está en la unión de las organizaciones de la sociedad civil de bien en pos de construir país. Para eso se necesita una versión de Contratación Pública 2.0, que innove y rompa paradigmas. ¿Será mucho soñar?          

martes, 10 de enero de 2017

Pescando tontos

(El Mundo, enero 12 de 2017)

“Pescando tontos” es el nombre de un libro que tiene por subtitulo “La economía de la manipulación y el engaño” escrito por dos premios nobel en Economía, los profesores George Akerlof y Robert Shiller.

El libro fue publicado en 2015 y aunque no descubre nada nuevo bajo el sol, si se convierte en una autocritica muy fuerte a la disciplina y al marco del pensamiento de los economistas tradicionales.

Los autores comienzan por recordar el principio fundamental de la economía como área del conocimiento: los recursos son escasos y no existe ningún mecanismo mejor que los mercados para asignar dichos recursos de manera eficiente (al menor costo). Esto con el beneficio adicional de no existir una forma que traiga más bienestar a la sociedad como si detrás de todo estuviera una benevolente “mano invisible”.

Akerlof y Shiller describen con lujo de detalles y de ejemplos lo que todos sabemos, pero que la economía se niega a incorporar en sus análisis. Existen industrias enteras dedicadas a producir y a comercializar cosas que no necesitamos o que nos hacen daño. De manera coloquial lo describen como las industrias que producen algo “bueno para mi, pero malo para ti”.

Los seres humanos somos imperfectos y proclives a caer en las garras de la manipulación y el engaño. Esta debilidad es explotada según los autores por todo tipo de industrias. El sistema financiero con tarjetas de crédito para sobre endeudar a la gente, el sector automotriz con los exorbitantes precios del mantenimiento en concesionarios, la industria de comidas con productos que no son saludables, la industria farmacéutica con medicamentos que no aportan o que incluso hacen más daño que beneficios, la industria tabacalera con el cigarrillo que daña la salud, entre otros.

La reflexión de los autores es que la visión de los economistas que pintan los mercados y la mano invisible como incorruptibles es incompleta y simplista. Hay industrias enteras que basan su negocio en manipulación y engaño, no son meros accidentes ni casos aislados. La competencia engendra tanto lo bueno como lo malo.

La medición del bienestar económico basada en sumar el valor agregado fruto de todos los mercados competitivos es entonces incompleta.

El PIB crece cuando crecen estas industrias, pero no es cierto que mas gente engañada, endeudada, enferma, empobrecida signifique más bienestar. 

Celebrar lo inesperado

Termina el 2016. Los medios tuvieron demasiado material para cada día. De hecho podría decirse que hubo suficientes acontecimientos como para dos o tres años.
Magnificas noticias en lo deportivo, lo cultural y lo simbólico (premio Nobel de Paz). Malísimas en torno a las posibilidades de la democracia (Brexit, Referendo en Colombia, Donald Trump). Pero sobre esto todo esta dicho. Hay una historia que no esta contada en los medios y que es la mas importante de todas. La nuestra.
Para algunos, el 2016 trajo la alegría de una nueva vida representada en un bebé, la felicidad de encontrar el amor de una pareja, la tranquilidad de encontrar un trabajo o alguna forma de estabilidad económica, el beneplácito de recuperar la salud o haberla mantenido en buenos niveles, o la satisfacción de alcanzar un grado académico superior.
Para otros, el 2016 trajo no tan buenas noticias. La partida de un ser querido, la ruptura de una historia de amor, intranquilidad financiera, quebrantos de salud y en general la frustración que da incumplir metas propuestas.
Cada año es igual, lleno de lo esperado y lo inesperado. Una mezcla tan interesante e incierta que cada mañana al despertar nos obliga a preguntarnos: ¿Y qué traerá este día para mi?. La suma de todos esos acontecimientos es la historia de nuestras vidas.
La literatura de autoayuda esta repleta de mensajes de reflexión, de cómo mejorar y qué cambiar para que el año siguiente sea mejor. Mucho de esto es posible, cambiar comportamientos puede llevarnos a vivir mejores vidas. Pero en el fondo, lo incierto, las consecuencias de lo inesperado son las que marcan nuestro destino.
Mi historia personal de 2016 tuvo demasiadas cosas inesperadas, tanto de las buenas como de las malas, y estoy seguro que la suya también. Celebremos nuestras historias, las que no salen en la prensa, las que están escritas en el libro de lo inesperado. Las que marcaron mañanas, tardes, semanas y quizá meses enteros. Las que hoy nos marcan: a usted mientras lee y a mi mientras escribo.
Por mi parte lo malo que me paso lo recibo con humildad, y lo bueno que me paso también. Hasta luego 2016 y bienvenido 2017. Feliz año para todos.