martes, 25 de febrero de 2014

Gobierno centrado en el ciudadano

(El Mundo, Febrero 27 de 2014)
 
En los círculos académicos de políticas de salud, se habla de la medicina basa en los pacientes como el nuevo principio rector en la definición de acciones y programas. El mismo principio debería aplicar para todas las interacciones (no penales) del gobierno con sus ciudadanos.

La medicina basada en el paciente consiste en diseñar el cuidado y la relación entre el sistema y el paciente alrededor de las necesidades de este último y no del equipo médico o de una institución. Por ejemplo, cambiar un sistema centrado en el medico a uno en el paciente, significa redefinir los indicadores de éxito o fracaso de un tratamiento para incluir la opinión de los pacientes, el grado de aceptación o desaprobación, la calificación de la experiencia como consumidor y los cambios que haría.

Cualquiera que haya tenido que hacer una vuelta o diligencia con una oficina de gobierno se ha dado cuenta de que el gobierno es el centro y no los ciudadanos. Esta relación jerárquica es ilógica (porque son nuestros impuestos los que están financiando dicha operación) y derivada de la forma en que los abogados (quienes por décadas han diseñado las instituciones públicas) ven la relación ciudadano gobierno.  Pero además de ilógica es autodestructiva porque cada vez aleja más al ciudadano del gobierno. Justo lo contrario al deber ser.

Muchas transacciones que hacemos con el gobierno deberían simplificarse y acercarse literalmente al ciudadano para beneficio mutuo. Un gobierno centrado en los ciudadanos buscaría a la gente y le ayudaría a hacer sus transacciones. Tomemos el caso de Dian, especialmente ahora que los topes de declaración se han bajado significativamente. Anticipo que esto será un caos, va a reinar la desinformación y mucha gente que quería cumplir con la ley no lo hará.

¿Una posible solución? Diseñar un formato de pago de impuestos muy simple, de fácil diligenciamiento y que se pueda pagar en miles de puntos, incluyendo  supermercados y tiendas de barrio. Junto con esto, un conjunto de herramientas de ayuda, tal y como lo haría el sector privado, como: páginas web, call centers y grupos de individuos que resuelvan dudas en sitios típicos de aglomeración de personas como supermercados, centros comerciales, universidades, colegios, zonas industriales, áreas de oficinas, etc.


Un gobierno centrado en los ciudadanos no es tan difícil, las herramientas están. Creo que la ilegalidad (o la morosidad) en que muchas transacciones se dan es mas el fruto de un gobierno alejado del ciudadano que una acción malintencionada por parte de los individuos.     

jueves, 6 de febrero de 2014

La cruzada de Sandel

(El Mundo, 13 de Febrero de 2014)

Existen cosas que el dinero no puede comprar, como también cosas que el dinero mancha y degrada, razón por la cual, los promotores de las soluciones de mercado a ultranza deben valorar el daño que provocan en el tejido social. Esta es la tesis que defiende Michael Sandel, un filósofo, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard, que visito Colombia la semana pasada. Primero en la Universidad de Los Andes y luego en el Hay festival de Cartagena.

Sandel es famoso por varias cosas: es el profesor más taquillero de Harvard, dos libros (“Justicia” y “Lo que el dinero no puede comprar”) y por liderar una cruzada mundial en contra de la intromisión de la lógica mercantilista del mercado en áreas donde no debe estar. Los ejemplos que da en sus conferencias y libros son verdaderos retos éticos. Para un economista toda transacción que genera ganancias para cada una de las partes en cuestión es deseable, eficiente y debe promoverse.

Siguiendo esta lógica, Sandel plantea retos como los siguientes: ¿deberían pagar los padres a sus hijos por sacar buenas notas, o por acciones que van en su beneficio como leer un buen libro?; ¿Debería admitir una universidad a un estudiante que no pase el corte de admisión, pero cuyos padres ofrecen una jugosa donación a la Universidad para becar estudiantes pobres?; ¿Deberían los médicos (o en general, los profesionales de la salud) dar citas preferenciales a aquellos que pueden pagar más por la cita, y con ese dinero liberar tiempo para atender otros pacientes gratis más tarde en el mes?; ¿Deberían crearse carriles especiales para que solo transiten aquellos vehículos que puedan pagar peajes muy caros, y con ese dinero tapar huecos?; ¿Deberían venderse celdas más cómodas para aquellos que puedan pagarlas, y con ese dinero construir cárceles más seguras?.

Para cada una de estas preguntas, la respuesta que la teoría económica daría es un rotundo sí. Ninguna es ilegal, las dos partes ganan, los beneficios sociales sobrepasan los costos. Sandel, sin embargo sugiere que la respuesta no solo debe pasar por un tamiz económico sino que indefectiblemente deben pasar por un tamiz moral. Puede que ofrecer dinero a un hijo para incentivarlo a estudiar logre el objetivo, pero a la vez está degradando el valor (de no mercado) del esfuerzo propio y de la motivación intrínseca a superarse. O, en el caso de la Universidad degradar el mérito académico, o en el caso del médico degradar su juramento hipócratico. En los otros casos (la cárcel y la autopista), puede que no se esté degradando un valor, pero si se está rompiendo el principio de equidad.

La cruzada de Sandel no es otra que llamar la atención sobre los límites de la lógica de mercado en la sociedad. Una sociedad que compra y vende todo, corre el riesgo de degradar valores que luego no podrá volver a recuperar. Hay una lección también para la política pública y los economistas: los problemas económicos no son solo económicos, también pueden ser morales. Haber desconocido esta realidad, esta seguramente en la base de los problemas sociales que hoy nos aquejan.