martes, 7 de enero de 2014

Contra la violencia juvenil

(El Mundo, Enero 3 de 2014)

La seguridad urbana es el problema número uno del país según todas las encuestas. Y, desafortunadamente el grupo de edad donde se encuentran concentrado el mayor numero de victimarios ladrones y asesinos, es en los jóvenes. 

El investigador John Roman, del centro de pensamiento estadounidense Urban Institute en la ciudad de Washington, DC compiló una lista de políticas que aparentemente son contraintuitivas, pero cuya efectividad se ha logrado comprobar a partir de rigurosos estudios estadísticos. Veamos. 

Las cárceles de jóvenes pueden ser verdaderas escuelas del crimen. Una mejor política es buscar castigos que mantengan alejados a los jóvenes de estos sitios. Por ejemplo castigos que involucren trabajo para la comunidad o políticas de seguimiento de cerca a jóvenes en sus comunidades. 

Asumir que todo habitante joven de barrio con altos niveles de violencia es un criminal es errado. Acosar a los habitantes de estos barrios deteriora la capacidad de acción de los organismos de control criminal. Es mejor política integrar a las fuerzas que combaten la delincuencia con la comunidad.

Hay que tomar de manera muy seria el matoneo en las escuelas y colegios. Muchos jóvenes delincuentes fueron víctimas o victimarios de esta terrible practica. La deserción escolar es fruto en buena parte del matoneo, y a esta le siguen un sinnúmero de consecuencias negativas.

Los robos a casas y apartamentos son tomados como un delito menor y al que pocos recursos policivos se dedican. Esto puede ser un error porque las evidencias indican que la mayoría de los individuos o bandas que cometen estos delitos son mezclas de criminales de larga trayectoria con jóvenes. Perseguir y capturar estas bandas puede evitar homicidios futuros.

Expandir las bases de datos de DNA ha mostrado ser una política efectiva para capturar más individuos que antes solían pasar agachados por no ajustarse al estereotipo de criminal.

De igual forma, la segregación de barrios y comunidades enteras es perversa. La llegada de inversión publica y privada debe incentivarse porque esta trae seguridad. La inseguridad no es una propiedad de las personas o de los barrios, es mas parecida a una infección, que al tratarse con los medicamentos adecuados, puede ser erradicada.

Finalmente, esta la política de promover los “interruptores” de la violencia. Estos “interruptores” son exmiembros de bandas criminales que conocen de cerca de los integrantes de otras bandas y pueden servir de intermediarios para evitar retaliaciones. 

Ahora que el desempleo disminuye, los problemas de seguridad urbanos serán la principal razón de preocupación de los colombianos. Ojala las autoridades traten nuevas formas de lucha, como las enumeradas anteriormente, porque las actuales muestran una efectividad baja. 

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