martes, 3 de marzo de 2009

Paternalismo libertario

(La Patria, Marzo 16 de 2009)
Este es el tema central de uno de los libros de Economía y Política Publica más aclamados del 2008. El libro se llama “Nudge”, lo que traduce literalmente “Codear”. En palabras simples, el paternalismo libertario sugiere a los diseñadores de programas públicos la necesidad de diseñar intervenciones que deliberadamente impulsen a las personas, sin cohesión y sin afectar su libertad de escoger, hacia acciones que les beneficien en el largo plazo. Los autores son Richard Thaler y Cass Sunstein, profesores de economía y leyes, respectivamente, en la Universidad de Chicago.

El libro parte de un principio increíblemente olvidado por la economía tradicional: los seres humanos no somos perfectamente racionales, no somos computadores ambulantes y por ende nos equivocamos frecuentemente. Y lo que es peor aún, luego cargamos con las consecuencias de nuestras decisiones por mucho tiempo. Ahorrar es quizá el mejor ejemplo. Todos sabemos que ahorrar es necesario, pero usualmente el consumismo nos gana. Sin embargo un pequeño empujoncito puede ser todo lo que se necesite. Se ha demostrado, por ejemplo, que la gente ahorra más cuando las empresas descuentan directamente un porcentaje para fondos de ahorro de empleados que cuando estas no lo hacen.

La propuesta del paternalismo libertario se fundamenta en las enseñanzas de cientos de experimentos conducidos por economistas y sicólogos. Una rama del conocimiento llamada “economía del comportamiento”. Estas enseñanzas son: la gente tiende a escoger el camino del menor esfuerzo; las personas se equivocan sistemáticamente aun en tareas simples; la mejor forma de mejorar en algo es obteniendo constante retroalimentación; las personas tienen dificultades en predecir las consecuencias de sus escogencias; aun en situaciones complejas las personas tienden a tomar decisiones usando reglas simples; y, las personas se motivan más fácilmente cuando hay incentivos de por medio.

El paternalismo libertario se aplica mejor en situaciones en las cuales las personas se enfrentan a decisiones que son difíciles y cuya frecuencia es muy baja (comprar casa), situaciones en las cuales los efectos de ciertas acciones no son evidentes (comprar, fumar, comer y tomar compulsivamente) y situaciones en donde aun teniendo completa información, el individuo no tiene capacidad de analizarla porque es una tarea de expertos (escoger seguro médico).

Thaler y Sunstein no abogan por la intromisión del Gobierno en las decisiones privadas. Ni tampoco sugieren que este tipo de diseños apliquen en todos los casos. Sin embargo, es absurdo desconocer que los seres humanos erramos con frecuencia. Porque no incorporar pequeños “codeos” en nuestros programas públicos. Sin duda este libro debería ser lectura obligada para todo servidor público.

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