lunes, 7 de enero de 2008

La ilusión de los técnicos

Es época de nuevos gobernantes locales y con ellos de nuevos gabinetes. Con los nuevos gabinetes comienzan también los escrutinios a los individuos elegidos por cada alcalde y gobernador. Con cierta simpleza dichos análisis tienden a dividir los nuevos secretarios entre “técnicos” y “políticos”, asumiendo que los primeros tomaran decisiones buenas y objetivas y los segundos no. La realidad de los procesos y de las decisiones en política pública es sin embargo más compleja demostrando a la larga que las ventajas de los técnicos suelen diluirse rápidamente.

En primer lugar aunque a primera vista un “técnico” ofrece la garantía de tomar decisiones basado en los fundamentos teóricos y empíricos de su respectiva área de estudio o experiencia, lo que a menudo se olvida es que en las ciencias sociales, no existe teoría libre de ideología, ni tampoco teoría libre de supuestos. Basta con observar, por ejemplo, la eterna disputa entre las teorías económicas que propenden por el libre mercado y las que defienden un mayor intervencionismo estatal. Cada escuela teórica defiende una posición política, un juicio de valor.

Pero el asunto no es solo teórico, también es empírico. El tiempo y los recursos que se necesitan para consolidar ejercicios técnicos rigurosos es un lujo que los gobiernos en general no tienen. Esto impide en la mayoría de los casos que las decisiones se tomen con la información adecuada, sin contar con otras dificultades comunes a las aproximaciones empíricas como la calidad de la información y el acceso intra e inter gubernamental a la misma (recordemos el caso DANE vs DNP). La falta de información deja al “técnico” sin su herramienta más importante.

En tercer lugar, una vez en el cargo los técnicos suelen enfrentar la realidad y muchas veces sacrifican la técnica por la conveniencia. Y sí no, cómo explicar que el impuesto más anti-técnico (gravamen a los movimientos financieros) no haya sido desmontado aun después de que el país ha tenido brillantes técnicos como Ministros de Hacienda.

Por último, debe reconocerse el poco valor que tiene la técnica en nuestro sistema de decisiones de política, y en las democracias en general, en el cual es el número de votos en concejos y asambleas y no el análisis técnico el que prima. El sistema simplemente privilegia la negociación y la persuasión sobre la técnica, habilidades en las que la mayoría de los técnicos no son muy buenos. Irónicamente para que un técnico sea exitoso en la gestión pública debe ser un buen político.

Es preciso entonces ser cauteloso y no ilusionarse con las supuestas maravillas de los gabinetes técnicos. La buena noticia de los “técnicos” es que en su mayoría llegan a ejercer sus cargos sin pasados políticos o legales cuestionables. La mala es que muchos terminan naufragando ante las poderosas fuerzas de los intereses económicos que dominan las decisiones de política pública.

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