miércoles, 22 de noviembre de 2017

Perdiendo guerras

(El Mundo, noviembre 16 de 2017)

Los gobiernos, como parte de su retórica eleccionista o de comienzo de periodo, lanzan “guerras”. Supuestamente, enfilarán baterías y buena parte de su capital político y presupuesto para combatir un mal que todos saben es perjudicial. Lo irónico es que como en la mayoría de las guerras de verdad, las de bala, usualmente se pierde mas de lo que se gana.

En el campo internacional los Estados Unidos declararon la guerra a las drogas hace décadas, y como toda la evidencia lo indica, esta guerra está perdida. Los consumidores ganaron la guerra, y con ellos los productores.


El Banco Mundial declaró la guerra contra la pobreza, y pese a todos sus recursos y esfuerzos, aun reconociendo un avance importante, esta se vislumbra como otra guerra que se está perdiendo. La economía, la cultura, el sistema educativo, las costumbres, los abusos, y los corruptos, siguen ganando esa guerra, dejando a miles de personas en una condición de desfavorabilidad que los condena a pasar por esta vida sin mayores oportunidades.

En materia de salud, también años atrás se declaró la guerra contra el cáncer. Hoy, pese a que se conocen algunas alternativas terapéuticas que logran mandar a remisión libres de cáncer a algunas personas, el cáncer sigue siendo un gran misterio y es la segunda o tercera causa de muerte más común en el mundo desarrollado, y en países de ingreso medio como Colombia. Ya se habla con la misma retorica de la guerra contra el Alzheimer.

En el campo local, varias guerras se están perdiendo. Por un lado la guerra contra los corruptos, que llegaron tan alto como han querido. En materia de movilidad perdimos la guerra contra los autos y las motos. El transporte masivo sigue siendo muy criticado e insuficiente.


La verdad, es que todas estas guerras son diferentes, en algunas, como la de las drogas lo mejor será darse por vencidos, legalizar y ya. En otras, cómo las de las enfermedades, la retorica es un sofisma para recaudar fondos, y levantar expectativas que después no se cumplen. En general, son buenas campañas publicitarias para gestionar recursos y gastarlos sin mayor rendición de cuentas.

Toda guerra debería tener unos buenos indicadores de rendición de cuentas, para saber cuando se esta perdiendo y cuando hay que dejarla, o cambiar de estrategia.

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