martes, 10 de marzo de 2015

Hora de desregular algunas profesiones

(El Mundo, 12 de Marzo de 2015)

Una joven economista brillante, con excelentes notas y recomendaciones de sus profesores, recién egresada del mejor programa de pregrado en economía (medido de manera objetiva por todos los rankings disponibles) de su país quiere trabajar para el gobierno y no lo puede hacer inmediatamente. La razón es una ley absurda que obliga al gobierno a contratar economistas sólo sí estos tienen la matricula profesional que por ley sólo puede dar el Consejo Nacional Profesional de Economía. La ley no aplica para el sector privado, creando un desincentivo para trabajar en el sector público.

Esta situación real, en la que el gobierno se autoimpone una barrera innecesaria a la contratación de talento humano, obliga a preguntarse ¿es hora de desregular unas cuantas profesiones?

Históricamente, la regulación de las profesiones comenzó con el interés genuino de evitar a los impostores. Antes de 1800 existían pocas profesiones y entre ellas sólo la medicina, las leyes y la teología tenían instituciones que las regulaban. Pero con el paso del tiempo el número de profesiones y de profesionales ha crecido rápidamente.

Con la diversidad de profesiones nacieron las sociedades de profesionales como cuerpos de autorregulación, dedicados a establecer estándares y códigos de conducta. Mas adelante algunas profesiones alcanzaron a presionar lo suficiente a los legisladores como para elevar a nivel de ley la exigencia de certificar sus títulos. Visto desde la teoría económica estas leyes están motivadas por intereses poco altruistas: generación de rentas y creación de monopolios. La posibilidad de controlar el número de profesionales está asociada a ingresos superiores a los que se pagarían en un mercado no regulado.

Pero cuando, como en el ejemplo inicial, el número de profesionales es lo suficientemente amplio y la ley sólo aplica para trabajar en el sector público, los cuerpos profesionales se convierten en meros notarios, cuyo único trabajo es extraer una renta a manera de inscripción en un listado.
En el mundo moderno, donde la información es mas que abundante, y el conocimiento traspasa las líneas invisibles de las profesiones, mantener la regulación de matrículas profesionales para ciertas carreras raya en el absurdo. Hay ingenieros que son mejores economistas que los mismos economistas.

Para ser justos, la regulación sí es justificable en aquellas profesiones donde la práctica profesional pone en peligro la vida de otros seres humano, como lo puede ser la medicina o la odontología.

En todas las demás profesiones, y muy especialmente en las ciencias sociales, incluyendo la economía, las finanzas y el derecho, mantener requisitos de matrícula profesional es un anacronismo que merece ser desregulado. El mercado sabe y puede hacer la tarea mucho mejor.

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