sábado, 7 de agosto de 2010

Fe y tecnocracia

(El Mundo, Agosto 11, 2010; La Patria, Agosto 17 de 2010)

Con el nuevo gobierno, entra un nuevo equipo de ministros y directores de departamentos administrativos. Algunos comentaristas hablan de un equipo de ensueño, un “Dream Team”, a la manera de los equipos de superestrellas de baloncesto norteamericano. Los mismos comentaristas festejan el retorno de la tecnocracia: el ejercicio del poder por parte de los tecnócratas.

Quienes son los tecnócratas? He ahí el primer escollo. La palabra no existe en el diccionario de la Real Academia Española. El concepto en sí mismo es importado de los EEUU. De acuerdo con la Enciclopedia Británica, la tecnocracia se refiere a la llegada de ingenieros y científicos a los puestos del poder, para practicar la denominada gerencia científica. En pocas palabras, la toma de decisiones basada en conocimiento científico y no en presiones políticas, o atendiendo intereses de sectores particulares.

La definición que quizá tienen en mente los comentaristas mencionados, se refiere probablemente a títulos de doctorado en el exterior. Pero este es un criterio bastante flojo como posible indicador de éxito de un ministro. De una parte en ningún doctorado científico o técnico enseñan gerencia pública, y de otra parte, los doctorados preparan individuos para la docencia o para la investigación, y un ministro no hace ni lo uno ni lo otro.

Basta dar un vistazo a la historia reciente para ver lo flojo de este criterio, al menos en lo que respecta a política económica. El saliente ministro de Hacienda, se despide con una muy buena gestión en medio de uno de los periodos más turbulentos de la economía mundial. Su llegada causo revuelo, dada la tradición de economistas con doctorado en ese puesto. En el lado opuesto, están ministros con doctorado saliendo por la puerta de atrás debido a escándalos por mal manejo de recursos públicos.

Pero no solo es floja la causalidad entre doctorado y buena gestión pública a nivel individual, también lo es el argumento de unidad científica a nivel de disciplinas. El mejor ejemplo se ve hoy por hoy en los EEUU, de nuevo la cuna de la tecnocracia. El debate por incrementar el gasto público como política para sacar a la economía de su peor crisis en décadas está muy agitado, con premios nobel y eminentes académicos argumentando a favor y en contra.

Otro buen ejemplo del límite de una disciplina académica como fuente única de sabiduría para toma de decisiones lo dio Alan Greenspan, el tecnócrata por excelencia de los EEUU, al reconocer ante el Senado norteamericano que lo sucedido en la crisis probó que su modelo mental de cómo funcionaba una economía estaba equivocado.

Buena suerte a los nuevos ministros, pero pongamos nuestra fe en su buen juicio y honestidad, no en sus títulos.

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