martes, 5 de mayo de 2015

Aquí y allá

(El Mundo, mayo 7 de 2015)

La ciudad que por estos días se roba los titulares de prensa internacional es Baltimore. Una ciudad que bien podría ser colombiana o latinoamericana. Con nota “excelente” en muchas materias menos una: la desigualdad. Esa es la razón que subyace los problemas aquí y allá.

Empecemos por lo bueno. Baltimore es reconocida por el alto nivel de su medicina. La escuela y el hospital más importante de todos los Estados Unidos se llama Johns Hopkins y se encuentra allá. La ciudad es un centro universitario con algunas de las facultades más importantes del país, como la misma Universidad Johns Hopkins y la Universidad de Maryland.

La cultura es parte vital de la ciudad. Baltimore es cuna de plumas ilustres como Edgar Alan Poe, James Cain, Dashiell Hammett, Frank O’Hara, H.L. Mencken, F. Scott Fitzgerald y Upton Sinclair. También del filósofo John Rawls. Y de músicos como Tori Amos y Frank Zappa (musica popular) y Eubie Blake, Bill Frisell y Billie Holiday (Jazz). Finalmente, en deportes, el equipo de béisbol (los Orioles) y el equipo de fútbol americano (los Ravens) son protagonistas en sus respectivas ligas.

Ahora bien, la historia de la otra Baltimore es la de la desigualdad extrema. Las cifras son impresionantes. Un cuarto de la gente de esta ciudad vive en la pobreza. La tasa de desempleo en el área donde las protestas se han dado es de 19%. Menos del 60% de los estudiantes de bachiller logran graduarse. Los niños afro tienen una probabilidad nueve veces más alta de morir en el primer año de vida. La prevalencia de SIDA es cinco veces más alta en la comunidad afro que en la comunidad blanca. Y por si fuera poco, la diferencia en esperanza de vida entre dos zonas de la ciudad (los ricos y los pobres) que tienen una distancia de menos de 10 kilómetros es de veinte años. Al menos uno de cada tres habitantes sufre de obesidad. Y la tasa de homicidios (37.4 por cada 100,000 personas) la ubica como la quinta ciudad más peligrosa de los Estados Unidos.

Lo que si diferencia a Baltimore de cualquier ciudad latinoamericana es la capacidad de restaurar el orden del país en el que está. Ante las protestas, los gobiernos federal, estatal y municipal, unieron fuerzas, militarizaron la ciudad e impusieron toque de queda. El trabajo de mejorar la inequidad toma tiempo, pero restaurar el orden no es negociable. Ahí está la diferencia entre aquí y allá.

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