(El Mundo, Septiembre 12 de 2013; El País, Septiembre 16 de 2013; Finanzas personales Octubre 8 de 2013 ; América Economía Octubre 10)
El
Ministro de Salud Alejandro Gaviria propone un impuesto a las bebidas
azucaradas (gaseosas principalmente) para combatir la creciente y preocupante
tendencia al alza de la obesidad en el país. Estamos ciertamente lejos de
países campeones en obesidad como Estados Unidos y México. Pero, también es
cierto que estilos de vida poco saludables asociados a un mayor ingreso per
capita y al crecimiento de la clase media, aunados a la dieta rica en harinas y
fritos de nuestro país nos pueden llevar a “engordarnos” rápidamente. Esta propuesta
de política es un acierto.
Este
debate ya se ha dado en otros países, especialmente en Estados Unidos. Los que
se oponen a la medida argumentan tres razones principales. La primera es de
tipo comercial, es decir, la caída en las ventas por cuenta del incremento en
el precio y su efecto en empleo. La segunda es de tipo moral: el gobierno no
debe meterse a regular los gustos de las personas. La tercera es de tipo nutricional
y de equidad comercial: el problema no sólo son bebidas azucaradas, sino todos
los demás hábitos alimenticios, en otras palabras, deberían ponerle un impuesto
a la fritanga también.
A favor
existen argumentos económicos, de salud pública y de comportamiento. Los
beneficios económicos son de corto y de largo plazo. En el corto plazo el
dinero recaudado puede servir para cubrir, en algo, el gigantesco hueco
financiero del sistema, asumiendo que la caída en ventas no será lo
suficientemente grande como para que anule el efecto fiscal. En el largo plazo se
funden razones económicas y de salud pública. Si la medida es exitosa en
reducir obesidad, los ahorros económicos del sistema y las ganancias en calidad
de vida dados por un número menor de diabéticos y demás enfermedades asociadas
a la obesidad pueden ser muy importantes.
El
tercer argumento, el de comportamiento, sostiene que sí es deber del gobierno
ayudar a los ciudadanos a tomar mejores decisiones. El mundo actual es difícil,
complejo y demanda a diario muchas neuronas de nuestro cerebro. Tiene sentido
entonces hacer más fáciles algunas decisiones a través del sistema de precios.
Este argumento es una de las últimas revoluciones en diseño de política
publica, conocida como economía del comportamiento (behavioral economics en inglés)
por unos y sicología aplicada por otros. Lo novedoso es que no se basa en
prohibiciones, sino en utilizar mecanismos que motiven a las personas a tomar
un camino u otro, haciendo mas fácil el camino que tiene mayores beneficios
sociales.
La
escuela de salud pública de la Universidad de Harvard ofrece un buen compendio
de la evidencia científica que relaciona las bebidas azucaradas con la obesidad
(http://www.hsph.harvard.edu/nutritionsource/sugary-drinks-fact-sheet/). La propuesta del Ministro es buena, soportada
en evidencia y mejoradora de bienestar.
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