viernes, 4 de junio de 2010

Capital humano para inversionistas

(La Patria, Junio 8 2010; El Mundo, Junio 11, 2010)
El tiempo es el mejor amigo de la pobreza: mientras más pasa el tiempo más difícil es salir de ella. La educación por el contrario es el peor enemigo de la pobreza: mientras más educación se tiene más oportunidades se pueden tener para salir de ella. El tiempo es el mejor amigo de un inversionista: mientras más pasa el tiempo más alta la rentabilidad. Que tienen que ver los inversionistas privados, la pobreza, la educación y el tiempo?

Miguel Palacios, un ingeniero colombiano, con doctorado en Administración de Empresas en la Universidad de California Berkeley, lo explica en un libro escrito con Nicholas Barr llamado (traducción no oficial) “Invertir en Capital Humano: una aproximación de mercado de capitales a la financiación de estudiantes”.

La idea promovida por Palacios y Barr es muy interesante. Imagínese el caso de un estudiante necesitado de fondos para pagar sus estudios de pregrado sin codeudores o sin activos para respaldar un préstamo educativo. Imagínese ahora un inversionista interesado en invertir en capital humano, es decir estudiantes. Los dos establecen un contrato por el cual el estudiante recibe la financiación necesaria para pagar sus estudios y a cambio se compromete a pagar el 3.5% de su ingreso durante los primeros 60 meses de trabajo.

Ambas partes ganan. El estudiante no solo obtiene el nivel educativo que le interesa, sino que puede pagar con su ingreso futuro. El estudiante además recibe ayuda por parte del inversionista para ingresar lo más pronto y de la mejor manera al mundo laboral. El inversionista recibe tanto el retorno financiero como la satisfacción personal.

Obviamente la parte más delicada del contrato es el riesgo de no repago por parte del estudiante. Es ahí donde entra la parte más inteligente de la idea, porque los incentivos al progreso educativo de los estudiantes quedan en manos de agentes privados. Los estudiantes tienen ahora nombre propio y está en el mejor interés de ambas partes el éxito del contrato.

Una extensión de esta idea a todo el ciclo educativo es posible. La razón por la que los estudiantes de clase media y alta no son pobres es un por un contrato implícito entre ellos y sus padres. Un contrato que toma al menos 23 años. Los niños pobres no tienen la culpa de nacer en un hogar pobre, pero mientras más tiempo permanezcan en uno más crece sus probabilidades de nunca salir de ahí. Un ciclo que todos conocemos. Un ciclo que ningún programa público ha podido derrotar por una razón muy sencilla: estos niños no tienen nombre propio, no tienen un inversionista propio.

Imagínese ahora que TODOS los niños pobres de cierta edad fueran cobijados por un contrato de este estilo. La pobreza por falta de recursos para una buena educación se erradicaría en cuestión de 20 años.

1 comentario:

Unknown dijo...

Sergio, que bueno que estés tan interesado en estos asuntos! Yo estoy trabajando en una ONG en Argentina, llamada Proyecto Educar 2050.

Haremos un Foro de calidad educativa este 25 de junio, te invito a inscribirte e informarte aquí:
http://educar2050.org.ar/foro-09/110

Un abrazo,
Santiago

PD: Podés leer algo de mi en www.santiagobibiloni.wordpress.com